"Art is the only serious thing in the world. And the artist is the only person who is never serious" Oscar Wilde.



"Haz lo necesario, después todo lo posible, y así conseguirás hasta lo imposible" San Francisco de Asís


domingo, 27 de enero de 2019

La Sainte-Chapelle. París

Si existe en París una verdadera joya del arte gótico, que de ningún modo debemos dejar de visitar, esa es, sin duda, la "Sainte-Chapelle". Forma, junto con la "Conciergerie", el "Palacio de la Cité", residencia y sede del poder de la monarquía francesa desde el siglo X hasta el siglo XIV. 

Hoy, ambas se encuentran incluidas en el "Palacio de Justicia", su nueva sede, de modo para visitarla debemos acceder a él, lo que supone unos inevitables minutos de cola, y la correspondiente revisión en los arcos de seguridad. 


Una vez en el patio del "Palacio de Justicia", podemos entrever la impresionante aguja, que se ha convertido en seña de identidad de la "Sainte- Chapelle". Vamos allá, os apetece acompañarme?


Será Luis IX, rey de Francia entre 1226 y 1270, y más tarde San Luis, quien encargue la construcción de la Capilla para custodiar las "Reliquias de la Pasión de Cristo", y especialmente la más importante, la Corona de Espinas, adquirida en 1239. Dado que las Sagradas Reliquias habían pertenecido a los emperadores de Constantinopla desde el siglo IV, Luis IX quiere, al comprarlas, convertir a Francia en una "Nueva Jerusalén" y por tanto en una segunda capital de la Cristiandad. 

El proyecto de este "relicario de piedra", como se le ha denominado, se atribuye al arquitecto Pierre de Montreuil, quien ideó un diseño con dos capillas superpuestas. Las obras se llevan a cabo entre 1242 y 1248, siendo este último, el año de su consagración.

El diseño exterior es relativamente sencillo, de tal modo que el arquitecto utiliza la capilla inferior como basamento de los pilares y contrafuertes que sostienen la capilla superior, permitiendo así que se abran espacios libres, que serán ocupados por las enormes vidrieras, coronadas en cúspide, que hacen de la capilla una obra maestra, única en el mundo. El techo, con gran inclinación, se adorna con una delicada balaustrada de mármol, y está coronado por una imponente y esbelta aguja labrada, de 75 metros de altura.


Dos altas torres en aguja cierran la fachada, que encontramos precedida por el pórtico, coronado a su vez por el gran rosetón en punta, con temas del Apocalipsis. Sin embargo, si nos fijamos con detalle, veremos que cada elemento estructural parece perder consistencia para convertirse en un sutil bordado; las nervaduras se adelgazan, los pináculos se afinan...todo va casi desapareciendo, para dar lugar a esos enormes vitrales que dejarán pasar al interior la luz del Creador, elevando el espíritu de los hombres hacia aquello que están llamados a contemplar.




Como hemos dicho, se trata de dos santuarios superpuestos. Desde el principio quedó claro que las Reliquias se situarían en la Capilla superior, a la que sólo podían acceder el Rey, sus allegados, y los canónigos encargados de celebrar los Oficios, a través de la terraza exterior, que se encontraba unida al propio Palacio. 

Por su parte, la Capilla inferior era el lugar de culto para el personal de Palacio y la gente del común, por lo que contaba con una entrada desde el exterior. Hoy en día, debemos acceder a la Capilla superior subiendo por una estrecha escalera de caracol. La planta del templo es muy sencilla, de tipo basilical, con un ábside semicircular. 

Empezamos nuestro recorrido por la Capilla inferior, que como hemos dicho tiene acceso desde el exterior, de modo que la Vírgen, patrona del santuario, recibe al visitante. Con apenas 7 metros de altura, tiene tres naves: una central, de gran tamaño, y dos laterales mucho más pequeñas. En el ábside de la izquierda, sobre la puerta que daba a la antigua sacristía, hay un fresco de la Anunciación, datado en el siglo XIII, que es el mural más antiguo de París.

El techo, abovedado, se sostiene mediante unos codales calados, que unen las columnas de las naves laterales, a los muros de los lados. Éstos, a su vez, están decorados con pequeños arcos trilobulados, sostenidos por columnas más pequeñas. Sobre ellos, doce medallones en los que figuran los Apóstoles. 



Sin embargo, si hay algo que nos llama la atención, es el predominio del color. Hay que tener en cuenta, que durante el periodo revolucionario, la Capilla, símbolo indiscutible del derecho divino que asiste al Rey, sufriría, como ya comentamos en el caso de Notre-Dame, toda clase de asaltos, saqueos y deterioros:  el mobiliario y la sillería del coro fueron robados, la aguja de la cubierta derribada, los tímpanos dañados, y las Santas Reliquias esparcidas por diferentes lugares. Únicamente las estatuas consiguieron salvarse. 

Es por ello que en 1846 comienza una intensa campaña de restauración, a la que se debe gran parte de la decoración policromada, y el aspecto actual del templo. El encargado principal de la restauración es el arquitecto francés Félix Duban y bajo sus ordenes un jovencísimo (aunque ya viejo conocido nuestro) Eugéne Viollet-le-Duc.

Así, sobre el intenso azul de las bóvedas, encontramos en oro la "flor de lis", el símbolo de la familia real francesa. También la podemos ver en las columnas, alternando en este caso con aquellas de fondo rojo, sobre las que resaltan las doradas torres de Castilla, armas de la familia real castellana, pues la madre de Luis IX no era otra que la reina Blanca de Castilla. La verdad, reconforta ver hasta dónde llegaba nuestra influencia ☺

Estatua de San Luis, rey de Francia.

Llega ya el momento de acceder, subiendo por una escalera interna, a ese sublime relicario que es la Capilla superior. Concebida como un precioso cofre, consta de una sola nave de 17 metros de ancho, por unos 20 de alto. 


Un alto zócalo rodea toda la capilla, interrumpido por arcadas de mármol calado, que se abren en profundos nichos, de forma que en la tercera arcada, se encuentran los destinados al Rey y su familia. Sobre cada pilastra, se levanta la estatua de un Apóstol. 


El techo, abovedado, representa en este caso un cielo azul oscuro salpicado de estrellas. 


Y es aquí, donde todo el esplendor del arte gótico se ofrece triunfante a nuestros ojos: los quince vitrales, que recubren con sus 1134 escenas una superficie de 618 metros cuadrados, iluminan con sus preciosos esmaltes toda la capilla, nos reciben en una "Jerusalén Celeste", repleta de luz y color, que inunda nuestros corazones en armonía perfecta con nuestro Creador. 

Las ventanas de la nave, de 15 metros de alto, por casi 5 metros de ancho, están divididas por cuatro ojivas, encima de las cuales hay un rosetón de 6 lóbulos y 2 elementos en forma de trébol de cuatro hojas. Las ventanas del ábside, de 13 metros de alto por 2 de ancho, tienen tan solo dos ojivas y 3 elementos trilobulados. 


Las quince vidrieras datan del siglo XIII. Narran la historia de la humanidad: el Génesis, el Éxodo, el Libro de los Números, el Libro de Josué, el Libro de Isaías y el Árbol de Jesé, San Juan Evangelista y la infancia de Cristo, la Pasión, San Juan Bautista y el Libro de Daniel, el Libro de Ezequiel, los Libros de Jeremías y Tobías, los Libros de Judith y de Job, el Libro de Esther, el Libro de los Reyes y la historia de las Reliquias de la Pasión.


Las vidrieras se leen de izquierda a derecha y de arriba a abajo, excepto la historia de las Reliquias de la Pasión, única que se lee en bustrofedón (la primera línea se lee de izquierda a derecha, la siguiente en sentido contrario, y así sucesivamente) y en la que se narra desde el descubrimiento de las Reliquias por Santa Elena en Jerusalén, hasta su llegada al reino de Francia.

Al fondo de la nave se encuentra el altar, en cuya tribuna se exponía el gran relicario que contenía las 22 "Reliquias de la Pasión", entre ellas un trozo de la Sagrada Cruz, y como hemos dicho, la Corona de Espinas. Sin embargo, fue destruido durante la Revolución, de modo que el que podemos contemplar en la actualidad es una copia del original, y las escasas Reliquias que sobrevivieron, se conservan hoy en el Tesoro de la Catedral de Notre-Dame.


El rosetón occidental data del siglo XV, e ilustra el libro profético de San Juan: el Apocalipsis aparece representado simbólicamente, frente a la Pasión de Cristo en el vitral central del coro. En el centro del rosetón, Cristo viene con toda Su gloria, para juzgar a vivos y muertos al final de los tiempos. La delicada armonía cromática entre azules pálidos, blancos y amarillos luminosos, y rojos intensos, contribuye a la mística exaltación de la escena. 


Finalmente, podemos acceder a la terraza exterior, por la que los propios reyes entraban en la Capilla, y contemplarla desde fuera. También allí, nos recibe y bendice Nuestro Señor.


Decía Chesterton que la arquitectura gótica era el cumplimiento de aquello que profetizase Jesús cuando se dirigía, triunfante, hacia Jerusalén: "Os digo que si éstos callan gritarán las piedras" (Lc 19, 40). Así, según sus palabras: "Cristo profetizó la arquitectura gótica aquél día en que las gentes educadas y respetables protestaron contra la algazara de los haraganes que le aclamaron en Jerusalén… Y así se alzaron, como ecos clamorosos de aquellos vítores, las fachadas de las catedrales medievales, pobladas de caras chillonas y de bocas abiertas. Y así, gritando las piedras, se pudo cumplir la profecía”. Pues bien, puede haber mejor ejemplo que el que acabamos de describir? 

Terminamos así nuestra visita, con el corazón henchido de gratitud hacia aquellos hombres que, guiados por la Fe, quisieron dejar en esta tierra una prueba permanente de alabanza y adoración a Dios. Con el orgullo de ser sus descendientes, y también con la responsabilidad de defender y mantener esa tradición por la que vivieron, lucharon y murieron. Nos han tocado tiempos muy convulsos, y recae sobre nuestros hombros una ardua tarea, pero no desfalleceremos, pues contamos con Su ayuda para llevarla a cabo.

Bueno, pues por hoy esto es cuanto quería compartir con vosotros. Espero que os haya gustado, os haya podido resultar interesante, o al menos despertado vuestra curiosidad.

Me despido como siempre, dando la bienvenida a los nuevos seguidores, que espero se sientan por aquí como en casa, y agradeciendo de corazón todas vuestras visitas y cariñosos comentarios. Os deseo una estupenda semana.

Un Abrazo y Sed Felices!



sábado, 19 de enero de 2019

Las Capillas Mediceas. Florencia

Vamos a terminar nuestro recorrido por el complejo de "San Lorenzo", con la visita a las "Capillas Mediceas", conjunto que ocupa lo que debiera haber sido el ábside de la basílica, y que comprende la "Capilla de los Príncipes" y la "Sacristía Nueva" o de Miguel Ángel, diseñados como verdadero panteón de la familia Medici.



Empezamos el recorrido por la "Cripta" o vestíbulo, diseñada por Bernardo Buontalenti, en la que se encuentran los restos de los Grandes Duques de Medici, sus consortes y sus descendientes, incluidos 49 vástagos "poco notables"  de la familia.



Anna María Luisa de Medici 
Verdadera responsable de la finalización del panteón familiar

Desde aquí, vamos a subir por una escalinata para adentrarnos en la suntuosa "Capilla de los Príncipes"

Concebida para mayor gloria y exaltación de la familia Medici, fue encargada por Cosimo I en 1568, aunque su construcción no comenzaría hasta el gobierno del Gran Duque Ferdinando I, en 1602, cuando tras un concurso público, la obra fue adjudicada a Matteo Nigetti. 

La capilla es octogonal y está coronada por una alta cúpula, de 59 m de altura, ubicada centralmente con respecto a la nave, a la que proporciona el equivalente a una capilla absidial. Encontramos aquí los cenotafios de los Grandes Duques: Cosimo I, Francesco I, Ferdinando I, Cosimo II, Ferdinando II y Cósimo III.

Ferdinando I eligió para cubrir los muros de su mausoleo, los más preciosos materiales: mármol y granito multicolor, alabastro, jade, lapislázuli, coral y madreperla. Es tal la magnificencia de la estancia, que impresiona enormemente entrar en ella.


Para su ejecución, Ferdinando I estableció el taller de piedra dura gran ducal, el "Opificio delle Pietre Dure". Se empleó la técnica denominada "commessi", consistente en ir juntando pequeños trozos de piedra, a modo de puzzles, para conseguir diseños muy del gusto de la época, entre otros, los emblemas de dieciseis ciudades toscanas bajo el control de los Medici.


Dado que el trabajo no sólo era enormemente costoso, sino que avanzaba muy lentamente, los recursos financieros del duque se veían cada vez más diezmados, hasta que Anna Maria Luisa de Medici, decidió dar a las obras el último y necesario impulso. De esta manera, la familia pasaría a la historia, y su panteón sería objeto de secular admiración para los viajeros de todo el orbe. 

En cada sarcófago, podemos ver un cojinete, delicadamente labrado, sobre el que descansa la corona del Gran Ducado, y como siempre, no puede faltar el escudo de armas de la familia Medici. Del mismo modo, en cada uno de ellos encontramos un enorme arco de granito gris, diseñado para contener una escultura, aunque por desgracia, solo se conservan dos: la de Ferdinando I, obra de Pietro Tacca,  y la de Cosimo II, obra de Pietro y Ferdinando Tacca. Y por cierto, los seis sarcógafos están vacíos, pues los Grandes Duques se encuentran enterrados, como ya hemos dicho, en el piso de abajo.




En la impresionante cúpula nos encontramos escenas del Génesis y el Nuevo Testamento, obra de Pietro Benvenuti. Bajo ella, el altar, fruto de una reconstrucción llevada a cabo en 1937, y decorado con paneles en piedras semipreciosas, de diferentes periodos (el día de mi visita, se encontraba sometido a obras de conservación, y por tanto rodeado de andamios).




Dejamos la impresionante Capilla, y nos dirigimos ahora a la parte más visitada del complejo, la "Sacristía Nueva". Sin duda, su fama reside en la grandeza del artista que la proyectó, ya que estamos ante el primer trabajo arquitectónico importante de Miguel Ángel.

Como ya dijimos en un post anterior, es el Papa León X, hijo de Lorenzo "El Magnífico", quien encargue al artista la "Sacristía Nueva", con el fin de albergar los monumentos funerarios de su padre y de su tío Giuliano. Los trabajos comenzaron en 1521 y fueron interrumpidos en 1527 por la caída de los Medici y la restauración republicana, siendo retomados por fin en 1534, cuando Miguel Ángel fue acogido bajo el ala protectora de la familia a condición de entrar a su servicio. 

Partiendo de la misma planta de la "Sacristía Vieja" de Brunelleschi, Miguel Ángel va a realizar un trabajo del todo innovador. Se trata de un espacio cúbico, coronado por una cúpula hemiesférica (para muchos una anticipación de la cúpula de San Pedro, proyectada por el artista ya en su madurez, 30 años después). 

En las paredes, trabajadas con planos a diversos niveles, encontramos elementos clásicos como arcos, pilastras, balaustre y cornisas, dispuestos sin embargo, en figuras y esquemas completamente nuevos y armoniosos. El empleo de "pietra serena", y la combinación de dos colores, contribuye a resaltar no solo los elementos arquitectónicos, sino la naturaleza dramática de los monumentos funerarios.

La segunda novedad fue que, si bien en un principio Miguel Ángel pensó en situar dichos monumentos en el centro de la sala, siguiendo la costumbre habitual, finalmente decidió colocarlos junto a las paredes. La mayor parte de la estatuaria estaba terminada cuando el escultor abandonó el proyecto, aunque su disposición definitiva sería decidida más tarde por el Duque Cosme I, junto a Giorgio Vasari y Bartoleomeo Ammannati.

Por tanto, a la izquierda, de espaldas a la puerta, nos encontramos con la soberbia tumba de Lorenzo de Medici, Duque de Urbino (1492-1516). 


Lorenzo, a quien está dedicado "El Príncipe", de Maquiavelo, aparece sumido en sus pensamientos, de modo que su temperamento reflexivo está en sintonía con las dos alegorías que decoran cada lado del sarcófago: "La Aurora", que parece despertar del sopor del sueño, y "El Crepúsculo", quien aparece abandonado en dolorosa inercia, presto a caer dormido. Ambas representan, pues, las horas más sugestivas para una mente contemplativa.

La línea elíptica sobre la cual se apoyan es una invención del artista, que anticipa las curvas del barroco. Las esculturas se caracterizan por el estilo denominado "terribilità", utilizando alargamiento y torsiones, y fueron dejadas incompletas en algunas partes, rasgo muy característico de Miguel Ángel. 


La tumba de la derecha es la de Giuliano de Medici, Duque de Nemours (1478-1516). En este caso, Giuliano se representa como un hombre de acción, y por ello va ataviado como un general romano, con bastón de mando. A ambos lados del sarcófago, reclinadas, dos nuevas figuras alegóricas:  "El Día", figura masculina, de poderosa musculatura y rostro inacabado, y "La Noche", una joven adormecida, de suave y brillante piel, bañada por la luz de la luna.



Precisamente será "La Noche", fuente de inspiración de artistas:

El poeta francés Baudelaire, en su poema  "L'Idéal" de "Las Flores del Mal", se refiere a ella:

"Ou bien toi, grande Nuit, fille de Michel-Ange,
Qui tors paisiblement dans une pose étrange
Tes appas façonnés aux bouches des Titans!"

En su obra "Vida de Miguel Ángel", Giorgio Vasari, cita un epigrama de Giovanni Strozzi, escrito probablemente en 1544, referido nuevamente a la escultura:

"La Notte che tu vedi in sì dolci atti
dormir, fu da un Angelo scolpita
in questo sasso e, perché dorme, ha vita:
destala, se nol credi, e parleratti".

De tal modo que el propio escultor, responde en 1545-46 con otro epigrama, titulado "Risposta del Buonarroto", y en el que hablando con la voz de su estatua, compone sin duda los versos más hermosos: 

"Caro m'è 'l sonno, e più l'esser di sasso,
mentre che 'l danno e la vergogna dura;
non veder, non sentir m'è gran ventura;
però non mi destar, deh, parla basso"

El tercer grupo escultórico se encuentra sobre el sepulcro que acoge los restos de Lorenzo "El Magnífico" y su hermano Giuliano (mi Medici favorito, asesinado en la Catedral, durante la conjura de los Pazzi en 1478). Se trata de tres esculturas, "San Cosma,  Madonna con il Bambino, y San Damiano".


La "Madonna" central es obra de Miguel Ángel, realizada en 1521. Está inacabada, pero llama poderosamente la atención la serena belleza de su rostro. A su izquierda, "San Cosme", obra de Giovan Angelo da Montorsoli, y a su derecha, "San Damián", obra de Raffaello da Montelupo. Todas fueron colocadas en su emplazamiento actual por Vasari, en 1554 (y como veis se están realizando obras de conservación).


Faltan las estatuas del Cielo y la Tierra, así como de dioses fluviales encarnados en el Tíber y el Arno, símbolos del Lazio y la Toscana. Es por ello que se ha considerado una cierta ironía, el que las esculturas más prodigiosas se encuentren sobre las tumbas de dos miembros no especialmente importantes de la familia, mientras que los verdaderamente grandes, Lorenzo y Giuliano, descansan en un mausoleo inacabado. Sin embargo, admiremos al hombre por sus hazañas, y al artista por su obra.

Bueno, y finalmente destacaremos el "Altar, obra del siglo XVI, en el que destacan dos monumentales candelabros de mármol, diseñados por Miguel Ángel, aunque realizados más tarde; el de la derecha por Silvio Cosini en el siglo XVI y el de la izquierda por Girolamo Ticciati en el siglo XVIII. Completa la decoración el Crucifijo de bronce, que se atribuye a Giambologna, y cuatro candelabros del siglo XVII.


Y de esta manera hemos finalizado nuestro recorrido por el complejo de "San Lorenzo", sin duda una parada obligada en cualquier visita a Florencia, no excesivamente concurrida de turistas, y en la que podremos disfrutar de incomparables obras de arte. Espero que os haya gustado!

Sin más, me despido como siempre dando la bienvenida a los nuevos seguidores, que espero pasen por aquí ratitos agradables. Quiero agradecer de corazón todas vuestras visitas, y el que dediquéis un momento a dejar algún comentario, sugerencia... que como siempre os digo son el motor de este blog.

Os deseo a todos una magnífica semana.

Un Abrazo y Sed Felices! 



domingo, 13 de enero de 2019

La Basílica de San Lorenzo. Florencia.

La "Basílica de San Lorenzo" es, como ya dijimos en un post anterior, probablemente la iglesia más antigua de Florencia. Consagrada durante la fiesta de Pascua del año 393, se dedicó a los mártires San Lorenzo y San Cenobio, primer obispo de Florencia, que fue enterrado en ella.

Durante años fue la Catedral de la ciudad y el lugar de culto de la familia más importante de Florencia, los Medici, de modo que gracias a sus donaciones, esa pequeña iglesia original fue transformándose en una obra maestra del Renacimiento, proyectada por Filippo Brunelleschi, y realizada por genios de la talla de Miguel Ángel, Donatello y Filippino Lippi.

Entre 1045 y 1060 fue reconstruida en estilo románico, pero es en 1418 cuando Juan de Medici, fundador de la fortuna familiar, encarga a Filippo Brunelleschi la construcción de una nueva iglesia que fuese además un mausoleo familiar. Realiza el arquitecto un trabajo innovador, el primero de estilo renacentista en la historia del arte, estableciendo una armoniosa comunicación entre el lenguaje de la antigua Roma, y una nueva armonía de las formas y la geometría. En 1442 el proyecto está terminado, trabajando Brunelleschi en su obra hasta su muerte en 1446, y haciéndose cargo de los trabajos y finalización, su discípulo y heredero Antonio Manetti. Y si bien ha sufrido algunas transformaciones ulteriores en los siglos XVIII y XIX, la Basílica conserva, aún hoy, la armoniosa grandiosidad y el sentido de perfecta integridad, que le confieren las exactas proporciones que gobiernan su estructura.

Cuando entramos en la Basílica, nuestra mirada queda capturada por la grandeza del edificio, la armonía de sus proporciones, el hermoso suelo de mármol, su techo atesonado, las columnas corintias y los enormes arcos. No en vano, su interior está diseñado según el sistema de "creste e vele" (olas y velas), siendo las velas las paredes de color crema, y las olas la pietra serena, arenisca de color gris, muy utilizada por los arquitectos renacentistas.


Su planta es de cruz latina, muy alargada, con tres naves y capillas laterales. Presenta cubierta exterior a dos aguas en la nave central y a un agua en las laterales. Las naves laterales presentan bóvedas vaídas que descansan, a un lado, sobre las columnas de la nave central y, al otro, sobre pilastras de orden corintio. Finalmente, sobre ellas encontramos amplios óculos de iluminación.



Las capillas laterales, siete a cada lado, se encuentran presididas por las obras de los principales pintores italianos, quienes, gracias al mecenazgo de la familia Medici, fueron completando la decoración interior de la Basílica a lo largo de los años: Pietro Marchesini, Francesco Conti, Bronzino, Rosso Fiorentino, Filippo Lippi...



La nave central es la de mayor altura y anchura. Destaca su arquería, con arcos de medio punto sostenidos por hermosas columnas corintias, y sobre los que aparece un muro perforado por amplios y esbeltos vanos de medio punto que facilitan la iluminación natural del templo, contribuyendo a la atmósfera de místico recogimiento que en él se respira. 


La cubierta interior de la nave es plana, con casetones decorados con rosetones dorados sobre fondo blanco, entre los cuales podemos contemplar el escudo de armas de la familia Medici.


En la nave central, nuestra mirada es atraída por el altar mayor, debajo del cual reposan los restos de "Cossimo il Vecchio", en un monumento fúnebre realizado por el Verrochio, en el que geometría y color se encuentran en perfecta armonía, gracias a los mármoles blanco, rosa y verde, y las incrustaciones de bronce. Justo debajo de la cúpula principal, una inscripción nos señala la tumba de Cosme, "Pater patriae".



El crucero se cubre con una impresionante cúpula semiesférica que al exterior aparece cubierta por una estructura a modo de cimborrio.


En mitad de la nave central se levantan dos púlpitos, con relieves en bronce que serán una de las últimas obras de Donatello. Sobre una estructura de mármol compuesta por cuatro columnas con capiteles de estilo jónico, se levantan, a la izquierda, el "Púlpito de la Passione" y a la derecha, el "Púlpito de la Resurrezione".


Y también en la nave central se encuentran los órganos, algo en lo que siempre me fijo, pues tengo por ellos especial debilidad. En este caso, no pueden ser más bellos. Realizados con mármol blanco, rosa y verde, y delicadamente trabajados, con delicadas filigranas y el escudo de armas de la familia Medici.


El transepto presenta en su frente cinco capillas, en las que podemos apreciar obras de arte como la "Madonna col Bamnino, detta Bentornata" de Giovanni Fetti, un crucifijo de madera, de Antonio del Pollaiuolo, o "Sant'Antonio Abate tra i Santi Lorenzo e Giuliano".




Bueno, llegamos ya a la "Sacristía Vieja", construida entre los años 1419 y 1422  por Filippo Brunelleschi como anexo a la Basílica. En ella queda claramente expuesto el lenguaje del arte renacentista, centrado en una rigurosa geometría: cubo y esfera, cuadrado y círculo. Así, encontramos un espacio cúbico cubierto por una cúpula nervada sobre pechinas, a la cual se une al fondo otro espacio similar de planta cuadrada, que actúa a modo de ábside. La sacristía queda dividida verticalmente por tres zonas de idéntico tamaño: la parte inferior de configuración rectangular, la intermedia con arcos falsos circunscritos por las pechinas y la cúpula esférica, cuyo radio es igual al tamaño de cada una de esas dos zonas sustentantes.

Las bellas proporciones arquitectónicas, resultan más hermosas aún gracias las esculturas en terracota pintada que adornan esta sala, y que son obra, nuevamente, de Donatello: querubines, los cuatro Evangelistas, los santos Cosme y Damian (protectores de la familia Medici) y por supuesto, San Lorenzo. Las dos puertas de bronce, a ambos lados del altar, son también obra de Donatello.


Es imposible no detenemos a contemplar el magnífico freso que decora la pequeña cúpula sobre el altar. Los especialistas no están muy seguros, pero parece representar la situación del firmamento el 4 de julio de 1442, el 16 de julio de 1416 (fecha de nacimiento de Pedro el Gotoso), o incluso el 6 de julio de 1439 (día en que Florencia acogió la unión de la Iglesia oriental y occidental). El fresco, de lapislázuli y oro, se atribuye al Pesello.



El patriarca de la familia Medici, Giovanni, deseaba que la Basílica de San Lorenzo fuese no sólo un lugar de culto, sino también un panteón familiar. Por ello, en el centro dela Sacristía Vieja (así denominada para diferenciar la de la Nueva, diseñada por Miguel Ángel, y a la que dedicaremos el próximo post), descansan los restos de Giovanni di Bicci y su mujer Piccarda Boeri, en un sarcógafo de mármol esculpido por el Buggiano (1430). Junto a ellos, el monumento fúnebre de mármol y bronce que contiene los restos de Piero il gottoso, y de Giovanni, padre e hijo, respectivamente, de Lorenzo il Magnífico, que fue realizado por el Verrocchio en 1472.


Bueno, pues así llegamos al final de nuestra visita. Abandonamos la Basílica, y nos dirigimos a la Sacristía Nueva o Capillas Medíceas, que como digo, serán objeto de nuestro próximo post. Espero que os haya gustado el recorrido, o al menos lo hayáis encontrado interesante. Sin duda, "San Lorenzo", es una parada obligada en nuestra visita a Florencia.

Y sin más, me despido como siempre, dando la bienvenida a los nuevos seguidores que espero pasen por aquí ratitos agradables, y agradeciendo de corazón todas vuestras visitas y cariñosos comentarios. Os recuerdo que si pincháis sobre las fotografías, éstas adquieren su tamaño original, y merece la pena apreciar bien todos los detalles.

Aprovecho para desearos a todos un muy Feliz 2019. Espero poder seguir compartiendo muchas cosas con vosotros. Gracias por estar ahí.

Os deseo a todos una muy buena semana.

Un Abrazo y Sed Felices!