"Art is the only serious thing in the world. And the artist is the only person who is never serious" Oscar Wilde.



"Haz lo necesario, después todo lo posible, y así conseguirás hasta lo imposible" San Francisco de Asís


domingo, 26 de noviembre de 2023

EL FANTASMA DE LA ÓPERA REGRESA A ESPAÑA

Veinte años llevábamos pidiendo su regreso, y, finalmente, El Fantasma de la Ópera volvió a Madrid. El mejor musical de todos los tiempos, clásico entre los clásicos, se estrenaba en octubre en el Teatro Albéniz de la capital, y como podréis comprender, quien esto escribe no podía faltar a la cita con su "Ángel de la Música". 


Lo primero que hemos de tener en cuenta es que estamos ante una producción nueva, ideada para adaptarse a escenarios más pequeños y con ello evitar las limitaciones geográficas, es decir, poder "salir de gira". El proyecto comenzó en Italia, donde este verano tuvo lugar la primera representación de este nuevo Fantasma, con Ramin Karimloo a la cabeza (sólo con él ya podían cantar la guía de teléfonos que el éxito estaba asegurado). Con Federico Bellone como director y responsable del diseño escenográfico, y Antonio Banderas como productor y reclamo publicitario, esta nueva producción aterrizó en el Broadway madrileño.

Ser amante del Fantasma es como, por ejemplo, ser un friki de Star Wars: no importa en qué momento de tu vida escuchaste los primeros compases de esos violines, sabes que sucumbiste a ellos y no hay escapatoria posible. Vas a venerar al hombre tras la máscara, le vas a seguir por escenarios de medio mundo, vas a comprar los discos en todos los idiomas del orbe, vas a repetir una y otra vez comparando casting; lo tuyo es aquello de "anywhere you go let me go too"... en este caso en mi ciudad, y en la que para mí era la decimoséptima función en directo, aunque la primera de este nuevo montaje.



Lo primero que hay que decir es que el teatro ha sido remodelado y reabierto después de cierres y problemas económicos, conjugando con bastante armonía lo clásico y lo funcional. Las butacas son las que podemos encontrar en cualquier auditorio de periferia y el escenario es de dimensiones muy reducidas; sin embargo, cuenta con foso para la orquesta, lo que permite disfrutar de la maravillosa partitura de Sir Andrew Lloyd Webber en rigurosísimo directo (en mi caso estaba en la fila 3, así que la experiencia no pudo ser más vívida). En cuanto al público, jueves, encendido de luces de Navidad y colapso de calles adyacentes mediante, no cabía un alfiler (magnífica noticia para la continuidad de la obra).

Según su director, Federico Bellone, estamos ante un Fantasma "adaptado a los tiempos". Realmente no sé muy bien qué significa esta máxima, ya que partimos de una historia (la de Gaston Leroux) que lleva cautivando al público generación tras generación desde hace un siglo, precisamente por contar con los elementos más atemporales de cuantos en el mundo han sido: amor, odio, pasión, muerte, celos... Si además la aderezamos con la partitura más absolutamente perfecta que haya salido del corazón de ese genio llamado Webber y con una escenografía de un maravilloso goticismo decimonónico, cualquier cambio se presume innecesario. Aún así, acudí con la mente abierta, dispuesta a dejarme sorprender.




La obra arranca con la subasta y todos los personajes dando la espalda al público, lo que ya no resulta muy delicado. Se elimina el juego de pistolas, y la cosa digamos que no va muy fluida. Llega el momento en que "we may frighten away the ghost of so many years ago with a little illumination"  y no, esta vez a diferencia de las 16 previas, el escalofrío por la espalda no aparece. 

Y nos volvemos a encontrar con los actores dándonos la espalda, hasta que entra en juego uno de los grandes hits del montaje, el escenario giratorio, que se pasa la tarde dando vueltas, en ocasiones acertadamente y en otras molestando bastante, todo sea dicho. Hasta que suena "Think of me", la cosa está floja, floja, floja. Muy pocas bailarinas, el elefante y la lujosa escenografía de Hannibal brillan por su ausencia, al igual que la bis cómica de Piangi (pese a los esfuerzos de su intérprete: Francisco Ortiz). Ahora bien, además de Carlotta, magníficamente interpretada por Marta Pineda, con una poderosa voz y ese histrionismo tan característico del personaje, estamos ya en esta escena ante dos de los grandes de la producción (mis dos personajes más queridos después del Fantasma), los flamantes y no muy convencidos nuevos administradores de la "Opera Populaire": Monsieur Firmin y Monsieur André, interpretados respectivamente por Omar Galicchio y Enrique R. Del Portal.

Respecto a Monsieur Firmin, eché bastante en falta a mi querido David Venancio Muro (fueron 14 veces de máximo disfrute en el Lope) pero debo decir que Omar Galicchio, actor argentino al que desconocía, lleva a cabo una excelente y divertida interpretación, sacando a la luz ese lado inocente y bonachón del personaje que tanto me gusta. Y qué decir de Enrique del Portal, que fue mi Monsieur André en todas y cada una de las representaciones del Lope (sólo él y Silvia Luchetti repiten veinte años después, y él además en el mismo papel) y que para mí ya es casi indistinguible de su personaje, tan perfecta es su interpretación. En "Notas" y "Primma Donna", pese a compartir escenario con cinco personajes más, llenan la escena por si solos y se convierten en el centro de atención; Enrique dando paso al ballet, como hace veinte años, o ambos en esa deliciosa sorpresa que nos tienen reservada durante el "Carnaval", consiguen que los puristas no nos enfademos mucho por los paupérrimos y desafortunados cambios de vestuario, la ausencia de bailarinas o los maniquís con los que las intentan suplir.

Fotografía tomada del libreto original


Como decía, una vez que empiezan los primeros compases de "Piensa en mí" la cosa empieza a tomar otro color, gracias, fundamentalmente, a la labor de los actores. Además de los ya citados, entran en juego "Meg Giry", interpretada por una jovencísima actriz, Laura Martín, muy vivaracha y de preciosa sonrisa, que defiende su papel a la perfección, y su madre "Madame Giry", conocedora de los secretos del Fantasma, guardiana de las esencias del teatro y que oh sorpresa, en esta producción no tiene acento francés! (siempre me he preguntado por qué era la única en tenerlo si todos estaban en Francia). A "Madame Giry" le da vida la actriz argentina Silvia Luchetti, a quien en la producción del Lope de Vega tuve la suerte de ver en una ocasión interpretando a Christine, además de haberla  disfrutado como María en "Sonrisas y Lágrimas" y como una pícara Plumette en "La Bella y la Bestia". Actriz muy versátil, con muy buena voz, ha sabido impregnar de carácter a un personaje que parece secundario pero que no es nada fácil.

A partir de aquí entran en escena los pesos pesados de la obra. La primera, como no, Christine Daaé, la joven bailarina aspirante a soprano, que recibe clases de un misterioso maestro que ella cree un "Ángel de la Música" enviado por su padre muerto. En la función que yo disfruté no la interpretaba la titular, sino la joven actriz madrileña Laura Enrech, dotada de una preciosa voz (las canciones de Christine son de una dificultad extrema) y mucha entrega, pero sin embargo de escasa presencia escénica que no se veía en nada ayudada por el horrorosísimo vestuario, pobre de solemnidad y más propio de una función de aficionados que de una producción cuyas entradas cuestan 100€. Al menos, eso sí, no han sucumbido a lo políticamente correcto como en la producción londinense y no han elegido una Christine, que era hija de un violinista sueco, de raza negra. Impresionante su "Whising You Were Somehow Here Again".

Su pretendiente, Raoul, Vizconde de Chagny, está interpretado por otro argentino, Guido Balzaretti, al que ya  tuve la suerte de disfrutar como Marius en aquel montaje madrileño de "Los Miserables" de infausto recuerdo. Sin ser poseedor de un chorro de voz, nos ofrece una interpretación sentida, dulce cuando toca, enérgica cuando corresponde, y tiene bastante buena química con Christine; ahora bien, en los enfrentamientos con el Fantasma (el cementerio o "The Final Lair") no hay nada que hacer: nuestro "amigo fiel y Ángel" le borra del mapa.

Y llegamos al Fantasma, interpretado por otro argentino, el grandísimo Gerónimo Rauch. Debo decir que me aseguré bien de que fuese él quién vestía la máscara, porque desde que le vi, recién llegado él a España, protagonizando "Jesucristo Superstar", supe que estaba llamado a hacer grandes cosas. Dotado de una voz prodigiosa que ha trabajado con tesón, ya interpretó al Fantasma y a Jan Val Jean en el mismísimo West End londinense con gran éxito de crítica y público. ¿Qué decir de su interpretación? Pues simplemente que Gero se deja la piel en cada función, tanto que cuando sale a saludar viene absolutamente agotado. Toda la fuerza, la pasión, todo el dolor de ese alma atormentada, quedan patentes en cada nota que sale de su prodigiosa garganta, en cada movimiento de manos, en cada lágrima. En mi parte favorita "You will curse the day you did not do all that the Phantom asked of you!" solía decir hace veinte años que Luis Amando hacía temblar los cimientos del Lope cuando la cantaba; los del Albéniz igual son más modernos, pero también se estremecen, seguro, ante la voz de Gero. 

                             Fotografía tomada del libreto original                      

Y si hemos dicho que la cosa empieza a ver la luz después del "Think of me" gracias a la maravillosa partitura (me dijo una vez Juan Carlos Barona, quien interpretase al Fantasma en el Lope, que era tan magnífica que la cantase quien la cantase siempre gustaba) y a la labor de los actores, justo es destacar los muchos puntos débiles que tiene el montaje en sí.  El primero y más flagrante: la malsana obsesión que tienen los responsables de adaptar texto y letras (a quienes Dios confunda) de modificar cada traducción de una versión a otra. Si la del Lope era excelente, la de la película de 2004 era bastante horrorosa (al día siguiente de verla en español me fui a verla en original y parecía una película completamente distinta) y esta es infinitamente peor (a qué pérfida mente se le ocurre sustituir "has agotado mi paciencia, decídete!" por "me estoy hartando, elige ya!"). Por favor, señores letristas, nos las sabemos como el Padre Nuestro, déjenlas en inglés, que están dotadas de una lírica y una musicalidad insuperables.

El segundo: el vestuario. Ya lo he citado un par de veces, pero parece que lo de "adaptarlo a los tiempos" era rebajar calidad, gusto y elegancia, de los que se carece hoy en general, ciertamente. Los pololos de las bailarinas, para quemar; la "Muerte Roja" ni muerte ni roja, los maniquíes del Carnaval de cualquier saldo veneciano para turistas. Se echa de menos la bata persa del Fantasma, la gomita de la máscara parecía la de tu sobrino para la fiesta de Halloween... pero lo verdaderamente impresentable, lo que nunca te perdonaré, Chiara Donato, es lo que has hecho con "Point of no Return". Esa escena, todo esplendor goyesco y donjuanesco, con esos volantes y esos madroños que rebosan sensualidad por los poros, sustituidos por un vestidillo de saldo con una flor a punto de caerse del pelo de Christine a cada movimiento. Y qué decir de esa capa de seda negra que cubre al Fantasma como un Don Juan embozado, bajo la que se adivinan pecados inconfesables y apetecibles, sustituida por un sayón castellano manchego de color mostaza y un sombrero más descolorido que el del payaso de Micolor... Por el amor de Dios, qué necesidad había de eso!!!!!

El tercero: la escenografía. Los emblemáticos decorados se pierden y se sustituyen por algo que recuerda al cementerio de los libros olvidados de Zafon, unas vistas parisinas de postal turística y un mausoleo sin pena ni gloria. Ni rastro de la tumba del violinista Daaé, ni del ángel en el que se esconde el Fantasma, ni de las escaleras por las que desciende la Muerte Roja, ni de los candelabros en la mítica escena del lago. La escena del espejo no emociona, porque se ve ladeada, y pese a los muchos giros de escenario con los que ha intentado paliar lo escaso de sus dimensiones, el montaje no deja de parecer de función escolar, no acercándose ni de lejos a la grandiosidad a la que estamos acostumbrados. El órgano merece una mención especial, porque parece el trabajo que haría tu sobrino de 12 años para la clase de manualidades (una tomadura de pelo en una obra con entradas a 100€) y las sábanas de la escena final (cambiada del montaje original para mucho peor) necesitan pasar 24 horas en Oxi Action White Plus. 

Con algunos efectos especiales, y la ausencia de muchos otros, el montaje está bastante más cerca de la película de 2004 que del original londinense, inmutable desde 1986.

En definitiva, si eres un Phantom addicted, vas a ir a verla sí o sí, la vas a disfrutar porque sabes que no puedes escapar de la "Música en la noche", pero muy probablemente no vas a repetir. 

Y esto es todo lo que hoy quería compartir con vosotros. Muchas gracias si habéis sido capaces de llegar hasta aquí, así como por las visitas y comentarios.

Un Abrazo y Sed Felices.