Hola a tod@s! Qué tal estáis? Supongo que sobrellevando lo mejor posible la vuelta a la rutina, y con ganas de descubrir lo que la nueva temporada nos tiene reservado...Ánimo, seguro que lo mejor está por llegar!
Hoy quisiera compartir con vosotr@s un nuevo post dedicado a mis incursiones por los museos de París. Si como os comentaba en la entrada anterior mi primera parada fue el "Musée du Louvre", la segunda tuvo lugar en el que, con permiso del anterior, es probablemente el museo más famoso y visitado de la ciudad, el "Musée d'Orsay".
Situado a orillas del Sena, frente al "Jardín de las Tullerías" y junto al "Museo de la Legión de Honor", destaca no sólo por la importancia de las colecciones que alberga, sino por el edificio en el que se encuentra ubicado: la antigua "estación de Orsay", construida con motivo de la "Exposición Universal" de 1900.
Diseñada por el arquitecto "Víctor Laloux" quien disimularía las estructuras metálicas de la estación con una fachada de estilo académico con el fin de integrarla en su elegante vecindario, se mantuvo operativa como cabeza de línea del suroeste de Francia hasta 1939. Fue utilizada más tarde como centro de expedición de los paquetes postales para los prisioneros durante la guerra o como centro de acogida de los mismos en el momento de la Liberación, hasta que en 1973 fuese inscrita en el Inventario de Monumentos Históricos.
En 1977-78, por iniciativa del Presidente Valéry Giscard d'Estaing, se iniciarán los trabajos de reestructuración de la estación, con el fin de convertirla en museo. Será otro Presidente, François Mitterrand, el encargado de inaugurar el nuevo museo, que abriría sus puertas al público el 9 de diciembre de 1986.
Vista lateral del museo. Bajando las escaleras...
...nos encontraremos con el "Museo de la Legión de Honor"
Si el propio edificio es ya la primera "obra de arte" que podemos admirar, también lo son los diferentes grupos escultóricos que decoran el "patio" o plaza del museo:
"Rhinocéros" de Henri-Alfred Jacquemart (1878)
"Éléphant" de Emmanuel Fremiet (1878)
"L'Europe" de Alexandre Schoenewerck, "L'Asie" de Alexandre Falguière y
"L'Afrique" de Eugène Delaplanche (1878)
Tras disfrutar de la belleza del edificio y sus exteriores es hora de visitar el interior. Las colas para acceder son si cabe mayores que en el "Louvre", por lo que resulta muy útil el "Paris Museum Pass", gracias al cual tenemos acceso prioritario por la "puerta C".
El recorrido por el interior del museo se encuentra distribuido en tres niveles, aprovechando la estructura de la antigua estación: la gran nave se utiliza como eje central del recorrido, mientras la marquesina se transforma en la entrada principal.
Así, en la planta baja las salas están distribuidas a ambos lados del patio central convertido ahora en el "Pasillo de las esculturas":
"Pasillo de las esculturas"
El reloj interior es una auténtica maravilla!!
En el nivel intermedio, las terrazas dominan el patio e introducen a cada sala de exposición:
Y por último el piso superior, está acondicionado encima del vestíbulo, prolongándose desde el reloj exterior, hasta la terraza:
El "Musée d'Orsay" expone las obras de la segunda mitad del siglo XIX, desde 1848 hasta 1905 aproximadamente, abarcando por tanto varios estilos, escuelas y corrientes artísticas.
La planta baja o "nivel 0" alberga las obras del periodo 1850-1875. La nave central como hemos dicho está dedicada a las esculturas (cerca de 1200 distribuidas por todo el museo) ya que al estar alumbrada por la luz natural y cambiante que procede de la cúpula de vidrio, se permite al público descubrir cada obra con toda su riqueza y diversidad. Entre otras podemos destacar:
"Libertad" (Frédéric-Auguste Bartholdi )
"Ugolino" (Jean-Baptiste Carpeaux)
"Tarcisio mártir cristiano" (Alexandre Falguière)
"David" (Antonin Mercié)
"Anacreonte" (Eugène Guillaume)
En lo que se refiere a la pintura, podemos encontrar, desde la corriente academicista de la década de 1850-60, los inicios del Simbolismo y el Realismo, hasta los inicios del Impresionismo:
"Dante y Virgilio" (William Bouguereau)
"Las Oreadas" (William Bouguereau)
"Cosechadoras" y "La Hilandera" (Jean-François Millet)
"Caza de los ciervos" (Gustave Courbet)
"La Goulue y Valentin le Désossé bailando en la sala del Moulin Rouge" (Toulouse Lautrec)
Dentro de la variedad de estilos llaman la atención "Las celebridades del Justo Medio", de Honoré Daumier. Se trata de alrededor de cuarenta bustos caricaturescos, en barro crudo pintado al óleo, de diputados, pares de Francia o allegados de Daumier, modelados por el artista a petición del fundador de los diarios satíricos "La Caricature y Charivari", opuestos a la monarquía:
Por último, en esta planta podemos encontrar también, perfectamente integrada en el recorrido, la arquitectura, que pretende reflejar a París con su rostro de capital moderna. Para ello se ha seleccionado uno de los edificios emblemáticos del Segundo Imperio, acabado por la Tercera República (para mí el más bello y "especial" de los edificios parisinos) : la "Nueva Ópera de París", construida por Charles Garnier de 1863 a 1875. Toda una generación de artistas, pintores, escultores, decoradores y ornamentistas colaboró en ella, y este modelo influencia de modo duradero la arquitectura occidental.
Situada en el fondo del gran pasillo central, la sala de la ópera pretende mostrar todos los rostros del monumento: urbanismo, arquitectura y decoración. Para ello nos presenta una sección longitudinal de yeso policromo que presenta el edificio tal y como era durante su inauguración el 5 de enero de 1875, junto con una maqueta al 100° del barrio de la Ópera, fijada en fecha de 1914:
Maquetas de la escena realizadas para la exposición universal de 1900:
O el boceto del techo de la sala de "J.E. Lenepveu":
Visitamos a continuación el nivel medio o "nivel 2" y el "Pabellón Amont". En el lado izquierdo (donde no me detuve demasiado, todo hay que decirlo) nos encontramos el naturalismo, las escuelas extranjeras, las artes decorativas bajo la Tercera República y el "Art Nouveau" :
Junto al restaurante, nos sorprende una maravillosa estancia, la "Salle de Fêtes" o sala de fiestas. Reflejo de la inspiración ecléctica del siglo XIX, se trata en realidad de la antigua sala de baile del hotel de Orsay. Clasificada como Monumento histórico, dicha sala, en complemento al acceso privativo al museo, recibe hoy en día cenas, cócteles cena, reuniones o conciertos (tiene una capacidad para 150 personas en reunión o cena); son las que el museo denomina "veladas de prestigio":
En lo referente a la escultura cabe destacar este "San Miguel venciendo al dragón" de Emmanuel Fremiet:
O la impresionante "Puerta del infierno" de Auguste Rodin:
Por su parte, en el lado derecho nos encontramos con el neoimpresionismo (Seurat, Signac...), el postimpresionismo (Van Gogh y Gauguin) y los Nabis en 1900.
Y es precisamente en este punto, donde pude deleitarme en la contemplación de las pinturas uno de mis pintores favoritos, grande entre los grandes, a quien el museo, como no podía ser de otro modo, dedica una sala completa: ese "loco" maravilloso que fue Vincent Van Gogh:
Sin embargo, y pese a todo lo que hemos visto, si hay algo que caracteriza al "Musée d'Orsay" y lo convierte en el punto de atracción para miles de personas de cualquier parte del globo, es el hecho de que alberga la mayor colección de obras "impresionistas" del mundo. Dicha colección la vamos a encontrar enteramente en la planta alta o "nivel 5", extendiéndose en toda la longitud del museo, en la conocida como "Galería de los Impresionistas", que nos propone un maravilloso recorrido, por las obras maestras del movimiento desde 1860 a 1900.
Reunidos en esta pintura de Henri Fantin-Latour tenemos a los creadores de un movimiento artístico basado en un intento de plasmar la luz (la "impresión" visual) y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la proyectaba. Es decir, si sus antecesores pintaban formas con identidad, los impresionistas pintaban el momento de luz, más allá de las formas que subyacen bajo este. Uno de los movimientos más hermosos de la historia del arte y sin duda alguna, clave fundamental para el desarrollo posterior, a través del postimpresionismo y las vanguardias.
De izquierda a derecha, podemos ver a Otto Schölderer, pintor alemán que vino a Francia para conocer a los discípulos de Courbet; Manet, con el rostro agudo, sentado delante de su caballete; Auguste Renoir, con sombrero; Zacharie Astruc, escultor y periodista; Emile Zola, portavoz de la renovación pictórica; Edmond Maître, funcionario del Ayuntamiento; Frédéric Bazille, que desaparecerá pocos meses después, con veintiséis años de edad, durante la guerra de 1870; por fin: Claude Monet.
Otra de mis pinturas favoritas del mismo autor, Henri Fantin-Latour, nos muestra una envidiable reunión, constituyendo no sólo un retrato de grupo, sino un testimonio de la historia literaria del siglo XIX, del movimiento poético del Parnaso en particular.
En la extremidad de una mesa, varios hombres se han reunido después de una comida. Tres en pie, de izquierda a derecha: Elzéar Bonnier, Emile Blémont, Jean Aicard. Cinco sentados, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, Léon Valade, Ernest d'Hervilly, Camille Pelletan. Todos están vestidos de negro excepto uno, Camille Pelletan, que no es un poeta como los otros, sino un hombre político.
Sin abandonar la concepción clásica del dibujo, Degas y Manet serán los dos mayores representantes del Impresionismo, a través de una utilización muy moderna del color.
"El desayuno en el cesped" de Manet supuso un verdadero escándalo en el momento de su presentación (1863-1865), hasta el punto de que fue rechazado. Con esta obra, Manet no respeta ninguna de las convenciones admitidas, sino que impone una libertad nueva con respecto al tema y a los modos tradicionales de representación.
Por su parte, Degas revela un sabio dominio del color, a través de todo un juego de claroscuros y una gran osadía en la composición. Asiduo asistente a la Opera de París, las bailarinas, ejerciendo durante los ensayos o en reposo, se convierten en su tema predilecto, incansablemente recuperado con numerosas variaciones en las poses y los gestos.
En otra obra soberbia, "La estación Saint-Lazare", busca los efectos cambiantes de la luminosidad (hay varias versiones según la hora del día, una de las cuales pude contemplar en la "National Gallery" londinenese), la movilidad del tema, las nubes de vapor y un motivo radicalmente moderno:
Por su parte, Pierre Auguste Renoir pretendió aplicar los principios del Impresionismo en el estudio de la figura humana, como muestran las deliciosas "Jóvenes al piano":
O dos de sus más famosas obras; alegres, coloristas, basadas en la vida parisina de la época, innovadoras, y por ende incomprendidas en su momento; absolutamente maravillosas!
Bueno, pues esto es todo lo que quería contaros. Si habéis sido capaces de llegar hasta aquí, muchísmas gracias! Espero que hayáis disfrutado con este recorrido virtual, tanto como yo lo he hecho preparándolo; sin duda, el Musée d'Orsay es uno de esos lugares que merece la pena visitar, al menos una vez en la vida...
Y sin más me despido como siempre dando la bienvenida a l@s nuev@s seguidores, agradeciendo de corazón vuestras visitas y cariñosos comentarios, y deseando que paséis una muy buena semana.
Un Fuerte Abrazo y Sed Felices!
Por su parte, en el lado derecho nos encontramos con el neoimpresionismo (Seurat, Signac...), el postimpresionismo (Van Gogh y Gauguin) y los Nabis en 1900.
Y es precisamente en este punto, donde pude deleitarme en la contemplación de las pinturas uno de mis pintores favoritos, grande entre los grandes, a quien el museo, como no podía ser de otro modo, dedica una sala completa: ese "loco" maravilloso que fue Vincent Van Gogh:
"Retrato del artista"
"El doctor Paul Gachet"
"La iglesia de Auvers-sur-Oise"
"La meridiana o La siesta"
Reunidos en esta pintura de Henri Fantin-Latour tenemos a los creadores de un movimiento artístico basado en un intento de plasmar la luz (la "impresión" visual) y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la proyectaba. Es decir, si sus antecesores pintaban formas con identidad, los impresionistas pintaban el momento de luz, más allá de las formas que subyacen bajo este. Uno de los movimientos más hermosos de la historia del arte y sin duda alguna, clave fundamental para el desarrollo posterior, a través del postimpresionismo y las vanguardias.
"Un taller en las Batignolles"
De izquierda a derecha, podemos ver a Otto Schölderer, pintor alemán que vino a Francia para conocer a los discípulos de Courbet; Manet, con el rostro agudo, sentado delante de su caballete; Auguste Renoir, con sombrero; Zacharie Astruc, escultor y periodista; Emile Zola, portavoz de la renovación pictórica; Edmond Maître, funcionario del Ayuntamiento; Frédéric Bazille, que desaparecerá pocos meses después, con veintiséis años de edad, durante la guerra de 1870; por fin: Claude Monet.
Otra de mis pinturas favoritas del mismo autor, Henri Fantin-Latour, nos muestra una envidiable reunión, constituyendo no sólo un retrato de grupo, sino un testimonio de la historia literaria del siglo XIX, del movimiento poético del Parnaso en particular.
"Un rincón de mesa"
En la extremidad de una mesa, varios hombres se han reunido después de una comida. Tres en pie, de izquierda a derecha: Elzéar Bonnier, Emile Blémont, Jean Aicard. Cinco sentados, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, Léon Valade, Ernest d'Hervilly, Camille Pelletan. Todos están vestidos de negro excepto uno, Camille Pelletan, que no es un poeta como los otros, sino un hombre político.
Sin abandonar la concepción clásica del dibujo, Degas y Manet serán los dos mayores representantes del Impresionismo, a través de una utilización muy moderna del color.
"El desayuno en el cesped" de Manet supuso un verdadero escándalo en el momento de su presentación (1863-1865), hasta el punto de que fue rechazado. Con esta obra, Manet no respeta ninguna de las convenciones admitidas, sino que impone una libertad nueva con respecto al tema y a los modos tradicionales de representación.
Por su parte, Degas revela un sabio dominio del color, a través de todo un juego de claroscuros y una gran osadía en la composición. Asiduo asistente a la Opera de París, las bailarinas, ejerciendo durante los ensayos o en reposo, se convierten en su tema predilecto, incansablemente recuperado con numerosas variaciones en las poses y los gestos.
"Retratos en la Bolsa" y "Bailarinas subiendo la escalera"
"La clase de danza"
"La bailarina de 14 años"
Con el ejemplo de Manet, Monet crea alrededor de 1865 una técnica libre, con la que pretende preservar la espontaneidad y la libertad del bosquejo, captar la luz a través del entorno, y distribuirla en amplias manchas de luz y sombra sobre los personajes. Nace así "El Almuerzo sobre la hierba":
La misma técnica emplea en "Las amapolas", diluyendo los contornos y potenciando las amapolas mediante manchas de formato desmesurado, en el primer plano:
Un cuadro absolutamente maravilloso, "Un rincón de apartamento", da la impresión de abrirse como un telón y guiar al espectador hacia el fondo, hasta la zona más luminosa del cuadro:
Y por supuesto no podían faltar las famosísimas "Ninfeas azules", con una pincelada totalmente libre, bordes dejados sin pintar, y un juego de luz y color que obliga al espectador a hacer casi un esfuerzo cerebral para reconocer el motivo terminado (técnica que más tarde recogerían los postimpresionistas y abriría el camino a la abstracción):
Por su parte, Pierre Auguste Renoir pretendió aplicar los principios del Impresionismo en el estudio de la figura humana, como muestran las deliciosas "Jóvenes al piano":
El "Gran desnudo":
"El columpio"
"El baile del molino de la Galette"
Camille Pisarro y Alfred Sisley (el único británico), se encuentran representados en sus preciosos paisajes, en ese mágico y sutil dominio de la luz, el color y la pincelada:
"El Sena y el Louvre" (Pisarro)
Sisley
Y finalmente Cézanne, una auténtica personalidad propia, quien, según sus propias palabras "quiso hacer del Impresionismo algo sólido y duradero como el arte en los museos". Dios es testigo de que lo consiguió:
"Los jugadores de naipes"
Bueno, pues después de admirar tanta belleza, sólo nos queda pasar por la librería (tienda de recuerdos para comprar unas postales y los imprescindibles "magnetos"), hacer una paradita en el restaurante del piso superior, el "Café campana" para recuperar fuerzas, y salir a la terraza a admirar las maravillosas vistas de París:
Y sin más me despido como siempre dando la bienvenida a l@s nuev@s seguidores, agradeciendo de corazón vuestras visitas y cariñosos comentarios, y deseando que paséis una muy buena semana.
Un Fuerte Abrazo y Sed Felices!
qué maravilla de esculturas y de cuadros! gracias por compartir tu experiencia con nosotros. insisto en que podrías ser una estupenda profesora de historia!
ResponderEliminarsales muy guapa en todas las fotos. en la del cuadro "un taller en las batignolles", parece que formas parte del cuadro. ;)
van gogh tenía un estilo único. en vida sufrió mucho y tuvo pocas alegrías... un genio atormentado.
besos, mercedes!!
Muchísimas gracias a ti Chema por estar siempre ahí y por tus bonitas palabras. Ya me hubiera gustado aparecer en el cuadro y conocer a todos esos genios jejeje.
EliminarUn besazo!!