Hablar de Lisboa es, inevitablemente, hablar de Fernando Pessoa. En las calles adoquinadas, en el bullicio de la gente, en el ajetreado circular de los tranvías, en el sol reflejándose en las casitas coloreadas, en los gatos que caminan sigilosos por los tejados, en las terrazas y los cafés, las palabras del poeta nos acompañan como la particular banda sonora de nuestro caminar.
Resulta obligado comenzar nuestro recorrido por la plaza más importante de Lisboa: la Plaza del Comercio. Puerta de entrada del comercio marítimo a la ciudad durante décadas y presidida por la "estatua ecuestre de José I", en ella se encuentra uno de los lugares más visitados por los innumerables viajeros, hoy igual que antaño: el Muelle de las Columnas. Punto en el que la plaza se une con el río Tajo, hasta aquí llegaban los barcos que traían a embajadores, nobles y reyes a la ciudad, a la que accedían por la escalinata de mármol sobre la que ahora, siglos después, nos encontramos.
En el lado norte de la Plaza se alza, majestuoso, el Arco da Rua Augusta, con el que comienza la calle más importante de "La Baixa", la Rua Augusta. Diseñado por el arquitecto Santos de Carvalho para celebrar la reconstrucción de la ciudad después del gran terremoto, resulta tan imponente que no podemos apartar la mirada del maravilloso conjunto escultórico que lo remata: la Gloria coronando al Genio y al Valor (alegoría atemporal, por muy denostados que ambos parezcan estar en estos tiempos).
Pues bien, debajo de la arcada nordeste de la Plaza se encuentra uno de los lugares más frecuentados por nuestro poeta: el Restaurante Martinho da Arcada.
Inaugurado en 1782, se tiene por el café más antiguo de Lisboa y por uno de los puntos de reunión preferidos de Fernando Pessoa, especialmente al final de su vida. Aquí solía acudir para almorzar ( su plato favorito eran los "ovos mexidos com queijo") o reunirse con otros colaboradores de la revista Orphéu. Es por ello que se mantiene intacta la mesa que el poeta solía ocupar y por lo que su imagen nos recibe ya desde la entrada: “Pessoa frecuentaba todas las tabernas de Lisboa. No obstante, es aquí donde realmente encontró abrigo”.
Inaugurado en 1782, se tiene por el café más antiguo de Lisboa y por uno de los puntos de reunión preferidos de Fernando Pessoa, especialmente al final de su vida. Aquí solía acudir para almorzar ( su plato favorito eran los "ovos mexidos com queijo") o reunirse con otros colaboradores de la revista Orphéu. Es por ello que se mantiene intacta la mesa que el poeta solía ocupar y por lo que su imagen nos recibe ya desde la entrada: “Pessoa frecuentaba todas las tabernas de Lisboa. No obstante, es aquí donde realmente encontró abrigo”.
En 1927, Coca-Cola encargó a la Agencia Hora una campaña publicitaria para su bebida, de tal modo que, estando Pessoa trabajando en ella, fue el responsable de crear el primer anuncio de Coca-Cola en Portugal, con el eslogan "primero se extraña, después se entraña". Por esas cosas de la vida, la fortuna volvió a darle la espalda, pues la justicia portuguesa y el Estado Novo prohibieron la entrada de la bebida en el país y su campaña nunca llegó a ver la luz.
Era nuestro poeta un asiduo de las plazas lisboetas, de modo que en nuestro caminar por la Rua Augusta, nos dirigimos ahora a otra de sus preferidas, la Plaza del Rossio (oficialmente llamada de don Pedro IV) verdadero centro neurálgico de Lisboa, en "La Baixa", a muy poca distancia de la Plaza da Figueira y la Plaza de los Restauradores.
“Amo estas plazuelas solitarias, intercaladas entre calles de poco tránsito, y sin más tránsito, ellas mismas, que las calles. Son claros inútiles, cosas que esperan, entre tumultos distantes. Son de aldea en la ciudad. Paso por ellas, subo a cualquiera de las calles que confluyen en ellas, después bajo de nuevo esa calle, para regresar a ellas. Vista desde el otro lado es diferente, pero la misma paz deja dorarse de añoranza súbita -sol en el ocaso- el lado que no había visto a la ida"
La Plaza de Don Pedro IV, sigue siendo conocida por los lisboetas con su nombre medieval, Rossio, que quiere decir "espacio de propiedad común", ya que en ella se celebraron desde festejos populares a mercados, pasando por revueltas y actos inquisitoriales. Ya mediado el siglo XIX la plaza fue cubierta por mosaicos ondulados blancos y negros formando los típicos dibujos que podemos encontrar en toda la ciudad.
En el centro de la Plaza, dándola nombre, se alza la estatua de Pedro IV, el primer rey constitucional de Portugal, muy querido por los lisboetas debido a sus ideas liberales.
Obra del escultor Elias Robert y del arquitecto Gabriel Davioud, sobre una imponente columna se encuentra la figura de dicho emperador de Brasil y rey de Portugal que otorgó a nuestros vecinos la Carta Constitucional en 1826. En la base del monumento podemos ver cuatro grandes figuras alegóricas de las virtudes del rey: Prudencia, Templanza, Fortaleza y Justicia.
Hemos dicho que aquí se celebraron algunas ejecuciones en tiempos de la Inquisición, y es que, en el mismo emplazamiento que hoy ocupa el Teatro Nacional de Doña María II, se levantaba el Palacio de la Inquisición, que sería reconstruido por el Marqués de Pombal después del terremoto de 1755, para desaparecer definitivamente entre las llamas en 1836.
Denominado Teatro de Doña María II en honor a la hija del rey Don Pedro, estamos ante un edificio de estilo neoclásico, realizado por el italiano Fortunato Lodi en 1846, con una amplia y larga fachada de dos plantas con amplios ventanales, y una tercera más pequeña coronada por figuras alegóricas de estilo clasicista.
Destaca como elemento central el espectacular pórtico, dotado de columnas jónicas procedentes de la desaparecida iglesia de San Francisco y rematado por un gran frontón triangular decorado con alegorías en piedra, obra de Assis Rodrigues. Coronando todo el conjunto se encuentra la figura del dramaturgo Gil Vicente, fundador del teatro portugués.
Amaba Pessoa el calor sosegado de las tardes veraniegas en "La Baixa", el devenir cansado de las gentes, los vendedores ambulantes, y sobre todo los silencios, esos que necesitaba pues "casi siempre he tenido como timidez de tanta gente, de mí mismo y de mi propósito". Conserva Lisboa esa decadencia que invita a la melancolía, de modo que, abstraídos del bullanguero ir y venir de los turistas, merece la pena detenerse un momento a contemplar la puesta de sol en el mismo punto en el que lo hiciera nuestro desasosegado amigo.
Muy cerca de la plaza, en su esquina noroeste, se encuentra la Estación de Trenes del Rossio, cuya imponente fachada neo-manuelina con puertas en forma de herradura llama inmediatamente nuestra atención.
La construcción de la estación correspondió a la Compañía Ferroviaria Real Portuguesa a finales del siglo XIX, siendo edificada entre 1886 y 1887, según el proyecto del arquitecto Luis Monteiro, quien se inspiró en el estilo manuelino, característico de la arquitectura portuguesa como ya vimos en el post anterior.
De aquí parten los trenes para Sintra, y aquí nos vienen a la memoria las palabras de Bernardo Soares, pues no hubo mayor enemigo de la idea de viajar ("¡Ah, que viajen los que no existen!"), mayor enamorado de Lisboa ni, a su pesar, admirador de tranvías y ferrocarriles: "Quien no ha salido nunca de Lisboa viaja al infinito en el tranvía cuando va a Benfica, y si un día va a Cintra, siente que ha ido a Marte".
Seguimos caminando por Lisboa de la mano del poeta para llegar a su barrio, al "Chiado". Aquí comenzó todo un 13 de junio de 1888, cuando en el número 4 del Largo de Sao Carlos, en una de esas plazas tan suyas, de un barrio repleto de intelectuales, cosmopolita, y frente al Teatro Nacional Sao Carlos, nacía Fernando Pessoa.
Hoy es muy fácil identificar su casa pues delante de ella se eleva una enorme estatua del autor.
Teatro Nacional Sao Carlos
"El Chiado" es hoy, como ayer, un hervidero de actividad, un ir y venir sin pausa de turistas, lisboetas, artistas callejeros, nostálgicos de las letras en busca de ese ejemplar único y descatalogado en alguna de las hermosas librerías que nos salen al paso, y amantes del poeta como yo, que se detienen en una de ellas, la histórica Livraria Bertrand, fundada por dos franceses en 1732 (dicen que la más antigua del mundo) para comprar el "Libro del Desasosiego" y "Amor", y tomar un café en ese pequeño remanso de paz que nos espera, al fondo, y en el que se rinde de nuevo homenaje al lisboeta más universal.
“Son las calles antiguas con otra gente, hoy las mismas calles diferentes; son personas muertas que me están hablando, a través de la transparencia de la falta de ellas hoy; son remordimientos de lo que hice o no hice, ruidos de regatos de noche, ruidos allá abajo, en la casa quieta”.
Es éste el barrio de los tranvías (por aquí pasa el famoso y turístico 28), de las calles empinadas de escaleras infinitas y fachadas cubiertas de azulejos (aunque hoy casi no se vean bajo los graffiti), de ropa tendida en los balcones como si el tiempo se hubiera detenido, de suelos cubiertos de azulejos en blanco y negro que contrastan con las fachadas de colores, de museos, de iglesias y una vez más, de plazas, como la dedicada a otro grande de las letras portuguesas, Luis de Camões.
"En ciertos momentos muy claros de la meditación, como aquellos en que, al principio de la tarde, vago observador por las calles, cada persona me trae una noticia, cada casa me ofrece una novedad, cada letrero contiene un aviso para mí. Mi paseo callado es una conversación continua, y todos nosotros, hombres, casas, piedras, letreros y cielo, somos una gran multitud amiga, que se codea con palabras en la gran procesión del Destino".
En la Basílica de Nuestra Señora de los Mártires, en pleno corazón del Chiado, fue bautizado Pessoa.
La Basílica tiene su origen en 1147, cuando tras la reconquista de Lisboa, el rey Alfonso Henriques la mandó construir, poniendo la primera piedra, con el fin de albergar la imagen de la Virgen (traída por los cruzados ingleses) a quien había pedido protección en batalla, y a quien denominaron Nuestra Señora de los Mártires en memoria de todos los soldados que murieron en combate en defensa de la fe cristiana.
La ermita ya era una gran iglesia barroca en 1755, cuando fue completamente destruida durante el terremoto por lo que en 1769 se optó por trasladar la iglesia a la actual Rua Garrett. De estilo neobarroco, obra del arquitecto Reinaldo Manuel dos Santos, fue terminada en 1784.
Sobre el pórtico central se halla un medallón conmemorativo dedicado al templo primitivo: representa a D. Afonso Henriques, acompañado del legendario cruzado Guilherme da Longa Espada, dando gracias a la Virgen por la conquista de Lisboa (obra de Francisco Leal García).
Se trata de un templo de nave única encuadrada por ocho capillas laterales, revestida interiormente con mármoles y en la que, junto con importantes obras escultóricas y pictóricas, destacan las maravillosas pinturas del techo del cuerpo central obra de Pedro Alexandrino.
Nos llama también la atención un precioso Belén, montado en la sección original del siglo XVIII, formado por delicadas figuras de terracota que se creen obra de Joaquim Machado de Castro, y que por el proverbial amor y cuidado de los fieles fueron recuperadas, restauradas y dispuestas según las escenas principales de la Natividad.
Y por fin, caminando por esas calles que fueron las suyas y a las que tanto amó, llegamos al punto final de nuestro recorrido, en el que sentado a la mesa, con su eterno sombrero y sus piernas cruzadas, Fernando Pessoa nos da la bienvenida.
"Desde la terraza del café miro trémulamente hacia la vida. Poco veo de ella -el bullicio- en esta concentración suya en esta plazuela nítida y mía. Un marasmo como un comienzo de borrachera me elucida el alma de cosas. Transcurre fuera de mí en los pasos de los que pasan (…) la vida evidente y unánime"
De todos los cafés del Chiado, A Brasileira es sin duda el más emblemático, el más bohemio, el más decadente y el más visitado. Escenario habitual del poeta, lugar de incontables tertulias literarias, artísticas e intelectuales, se dice que la "bica", un café fuerte, negro y corto, se inventó en este lugar.
El local fue abierto por Adriano Telles el 19 noviembre 1905 (después de abrir uno en Oporto en 1903), dedicado a la venta de café brasileño (el verdadero) originario del estado de Minas Gerais, aunque vendían además muchos otros productos, como aceite, harina, té, diversos tipos de pimientos y de vino.
Remodelado en 1908 y luego en el 1922 dando paso un verdadero café-restaurante, presenta una deliciosa decoración "Art déco". En 1997 fue declarado como parte del Patrimonio arquitectónico portugués, con la categoría de "inmueble de interés público".
Y así, tomando uno de esos cafés tan negros y fuertes, con la mirada en un mundo que fue, disfrutamos de un momento de nostalgia, ensimismados, también nosotros, en el desasosiego.
Gracias por este bello paseo por la capital lusitana
ResponderEliminarBesitos
ohh era nuestro viaje de Semana Santa!!! pero bueno ya iremos
ResponderEliminarHola Mercedes: una entrada muy interesante y útil para un futuro viaje. Yo estuve hace unos cuatro años en Lisboa y Sintra, me encantaron, pero no solo lo que vi, sino la gente lo maja que era. Volveré otra vez si puedo y lo recomiendo. Besos
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