Si existe un lugar en Roma que atrae especialmente a los
visitantes, ese es sin duda El Panteón. Considerado como una de las obras
maestras de la arquitectura universal, es también una de las más singulares, ya que
cuando traspasamos el imponente pórtico y las grandiosas columnas, nos
adentramos en un perfecto espacio de recogimiento. En tan particular edificio se unen la historia de
la antigua y pagana Roma imperial, con los cantos de alabanza a Dios Padre; la
búsqueda de los eternos misterios (los enigmas de la luz y del espacio, los
astros luminosos…), con la propia búsqueda espiritual. Estamos ante un lugar, en suma, donde
cada piedra, cada estatua, cada obra de arte, tiene un pasado, un presente y un
futuro.
Fue Marco Vipsanio Agripa, yerno y colaborador del primer
emperador Agusto, quien hizo construir el templo en el año 27 a.C, para
dedicarlo a las siete divinidades planetarias, denominándose por ello
“Panteón”, es decir, “de todos los dioses”. El edificio original, probablemente
algo más pequeño que el actual, fue reconstruido por Adriano entre el 118 y el
125 d.C, invirtiendo 180 grados la orientación del mismo y abriendo ante el
templo una gran plaza porticada.
Durante el reinado de
los primeros emperadores el Panteón se cerró y abandonó, siendo después
saqueado por los bárbaros. Más tarde, en el año 609 d.C, el emperador bizantino
Foca lo donó al Papa Bonifacio IV, quien consagró el templo, dedicándolo a
Sancta María ad Martyres, como contraposición a la antigua advocación pagana.
Por ello, cuando visitamos el Panteón, estamos entrando en una Basílica
cristiana, y no visitando un mero lugar turístico; algo que, lamentablemente, la
mayoría suele olvidar.
Durante los siglos que siguieron a su consagración, la
Basílica sufrió saqueos, daños y restauraciones. Se incorporaron dos
campanarios cortos y apuntados obra de Bernini, cuyo diseño, totalmente ajeno
a la arquitectura clásica del edificio, provocó el rechazo de los romanos, quienes los llamaban “orejas de burro”. Y llegamos así a 1878, año en que tras
la Unidad de Italia, se destinó a lugar de sepultura de los Soberanos, se
volvió a reformar, y se demolieron los famosos campanarios.
Vamos a empezar nuestro recorrido, observando el impresionante edificio justo desde el lugar que inmortalizasen Gregory Peck y Audrey Hepburn en la encantadora “Vacaciones en Roma”. Os apetece acompañarme?
Su imponente estructura se eleva sobre unos cimientos formados por un anillo de hormigón, realizado con roca volcánica mezclada con malta. Sobre él se apoyan las paredes de unos seis metros de grosor, formadas por tres estratos diferentes y aligeradas por cavidades que servían para dar relieve, al tiempo que facilitaban el secado de la malta.
La entrada del Panteón está precedida por un gran pórtico, de 34 por 16 metros, con ocho columnas en la fachada y tres a los lados. En el edificio original, el pórtico se alzaba casi un metro con respecto a la plaza, de forma que al templo se accedía por una escalinata de cinco peldaños. El tímpano del frontón que remata el pórtico estaba probablemente decorado con estatuas de bronce, pues los orificios presentes en el mismo hacen pensar en un águila con las alas abiertas.
En el friso del pórtico podemos ver una inscripción con letras de bronce que reza: “Marco Vipsanio Agripa, hijo de Lucio, como el constructor del Panteón, durante su tercer consulado”. Fue colocada por Adriano cuando ordenó reconstruir el templo, como recuerdo a su predecesor. Bajo ella, aparece un epígrafe grabado para recordar, a su vez, una reforma llevada a cabo en época de Septimio Severo (193-211 d.C).
El espacio del pórtico se divide en tres naves, con dos filas de tres columnas. La central es la de mayor amplitud, y conduce a la puerta de entrada de la Basílica. Las laterales, por su parte, conducen a dos grandes hornacinas, en las que con probabilidad se encontraban las estatuas del emperador Augusto y del cónsul Agripa. Las columnas, de granito rosa y gris, miden doce metros y medio de alto y cuatro metros y medio de circunferencia.
Por su parte, las vigas que sostienen la cubierta del pórtico estuvieron inicialmente revestidas de bronce, pero en 1625, el Papa Urbano VIII Barberini , lo utilizó para realizar el baldaquino del altar de la Basílica de San Pedro y numerosos cañones para Castel Sant’Angelo. Precisamente por ello, su nombre quedó para siempre unido al dicho popular: “Quod non facerut barbari, facerunt Barberini”.
La puerta de acceso a la Basílica es, de las que se han conservado de la época romana, la más grande, con más de siete metros de alto por cinco de ancho. Cubierta por completo de láminas de bronce, se caracteriza por una rejilla superior, que además de facilitar la iluminación interior, forma junto con las pilastras de bronce y las vigas de madera un sistema que permite la apertura y el mantenimiento de sus dos enormes hojas. Estuvo mucho tiempo bloqueada, pero tras su restauración, es posible abrirla con el simple empuje de dos personas.
La entrada fue proyectada para magnificar el poder del emperador Augusto, pues la propia construcción del Panteón se cree concebida para crear un espectáculo astronómico único, un show a mayor gloria del emperador, que se podía contemplar un solo día al año. Así, según el historiador y arqueólogo profesor La Rocca: “los rayos del sol, entrando por el óculo, iluminan las paredes del templo como si fueran un reflector, marcando el pasar de las estaciones y evidenciando en determinados días y horarios los edículos y las exedras. El haz luminoso ilumina perfectamente la puerta de entrada del Panteón el 21 de abril, fecha en la que se celebra el nacimiento de Roma: a las 12 del mediodía en punto, el faro de luz centraba y sigue centrando la entrada del templo”. Y ese era justo el momento que el emperador elegía para entrar en el Panteón, como si del nuevo fundador de Roma se tratara.
Bien, llegamos ya al interior del Panteón, y nos encontramos en un lugar único por su grandiosidad, simbolismo y perfecta geometría: su altura y anchura son idénticas, de forma que el espacio de la Basílica puede inscribirse en una esfera perfecta de 43,30 metros de diámetro.
En el nivel inferior se abren ocho grandes ábsides, que alternan la planta trapezoidal con la semicircular. En los espacios situados entre las capillas se encuentran a su vez ocho edículos con columnas corintias, rematados con frontones curvilíneos y triangulares. Su decoración es fruto de diferentes restauraciones llevadas a cabo a través de los siglos, sin que responda por ello a un proyecto establecido y preciso.
En el segundo nivel, un orden de columnillas de pórfido adosadas enmarcaba las falsas ventanas, pero la decoración romana original fue sustituida por la actual en 1747, por el arquitecto Posi.
Sin embargo, lo que verdaderamente asombra, maravilla y atrae todas las miradas en el Panteón, es su cúpula y el gran óculo central por el que entra la luz.
La gran cúpula del Panteón tiene un diámetro en su base de 43,30 metros, mientras que el óculo central tiene unos 9 metros.
A medida que se asciende la cúpula va perdiendo espesor, de modo que de los seis metros del cilindro en el que se apoya se llega a menos de dos metros en su ápice. El material de construcción es una mezcla de argamasa y piedras volcánicas, piedra pómez para ser exactos, de modo que el porcentaje de la misma va siendo cada vez mayor a medida que nos acercamos al óculo central. Cinco filas de veintiocho casetones decoran la bóveda, disminuyendo gradualmente de tamaño para acentuar su forma.
Y he aquí la grandeza de una cúpula que, no contando con refuerzos, se mantiene en pie desde hace casi veinte siglos. Por qué? Básicamente por la técnica con la que fue construida, absolutamente innovadora en su momento, y ejemplo para construir maravillosas obras que vendrían después, como la cúpula de la Catedral de Florencia.
Cómo se construyó? Bien, en diferentes fases, la mezcla de argamasa y piedra volcánica se iba aplicando en pequeñas cantidades, drenando inmediatamente el agua sobrante. De esta manera, eliminando casi por completo las burbujas de aire que normalmente se forman durante el proceso de secado, se confería al material una resistencia excepcional.
Cuenta la leyenda además, que para construirla se rellenó en el interior con tierra mezclada con monedas de oro y una vez terminada la obra, se invitó al pueblo a colaborar en la limpieza, de forma que quien encontrase las monedas podía quedarse con ellas (como imaginaréis el proceso de limpieza fue rápido y exhaustivo ☺). Pero no deja de ser una leyenda, porque en realidad la cúpula no fue construida sobre un cúmulo de tierra, sino sobre una armadura de madera semiesférica, con los moldes de los casetones.
El óculo es esa perfecta apertura circular, de nueve metros de diámetro, que ilumina la cúpula.
Muchos se preguntan si, además de la luz, no entra la lluvia en el Panteón al estar el óculo siempre abierto. Pues bien, en Roma se dice que, pese a esa enorme apertura, el agua de lluvia se desvanece antes de entrar en el Panteón. En realidad la leyenda nació mucho antes de la existencia de la luz eléctrica, cuando cientos de velas iluminaban la iglesia, y el calor producido por sus llamas creaba una corriente de aire (el llamado "efecto chimenea"), que al ascender nebulizaba el agua de lluvia produciendo la sensación de que ésta desaparecía.
Pero la realidad es bastante más prosaica, y cuando llueve en Roma el agua entra en el Panteón, alcanzando el pavimento de mármol que los antiguos romanos construyeron, por eso, ligeramente cóncavo, de manera que confluyese en los veintidós orificios de desagüe estratégicamente camuflados entre las taraceas de mármoles policromados.
Frente a la puerta de entrada nos encontramos el Altar Mayor de la Basílica de Sancta María ad Martyres. Proyectado por Alessandro Specchi en el siglo XVIII por orden de Clemente XI, vino a sustituir al altar medieval original.
Detrás del altar se encuentra un ábside, con bóveda decorada con mosaicos, y donde se conserva la copia de la tabla de la "Virgen con el Niño" del siglo VII, cubierta con una lámina de plata, que se creía obra de San Lucas, y que fue colocada en el templo con motivo de su consagración a Sancta María ad Martyres. Junto al ábside, el coro de madera de mediados del siglo XIX, proyectado por el arquitecto Luigi Poletti, quien también trabajase en San Pablo Extramuros.
A ambos lados del altar, enmarcadas por columnas, se encuentran las estatuas de "San Rasio" (izquierda) y "San Atanasio" (derecha), pues sus reliquias se habían encontrado cuarenta años antes de la reforma dieciochesca del altar.
Frente a la puerta de entrada nos encontramos el Altar Mayor de la Basílica de Sancta María ad Martyres. Proyectado por Alessandro Specchi en el siglo XVIII por orden de Clemente XI, vino a sustituir al altar medieval original.
Detrás del altar se encuentra un ábside, con bóveda decorada con mosaicos, y donde se conserva la copia de la tabla de la "Virgen con el Niño" del siglo VII, cubierta con una lámina de plata, que se creía obra de San Lucas, y que fue colocada en el templo con motivo de su consagración a Sancta María ad Martyres. Junto al ábside, el coro de madera de mediados del siglo XIX, proyectado por el arquitecto Luigi Poletti, quien también trabajase en San Pablo Extramuros.
A ambos lados del altar, enmarcadas por columnas, se encuentran las estatuas de "San Rasio" (izquierda) y "San Atanasio" (derecha), pues sus reliquias se habían encontrado cuarenta años antes de la reforma dieciochesca del altar.
Dentro de las capillas que podemos contemplar en el Panteón cabe destacar:
.- La Capilla de San José en Tierra Santa: dedicada al patrón de los "Virtuosos del Pantéon", insititución con fines artísticos que tenía aquí su sede, y de la que formaban parte ilustres pintores, escultores y arquitectos, tales como Rafael, Caravaggio, Vignola, Valadier y Canova.
Fue concedida en 1542 al canónigo Desiderio da Segni, quien después de un viaje de peregrinación a Palestina, había traído en una caja la tierra que había ido recogiendo en los principales lugares de veneración. Una vez obtuvo la concesión, restauró la capilla, colocó la reliquia en el suelo, y la dedicó a San José. Al año siguiente, el propio canónigo constituyó la Congregación de los Virtuosos, por lo que en el interior de la capilla podemos ver numerosas inscripciones conmemorativas de los mismos, alternando con frescos y relieves que muestran diferentes episodios de la vida de San José.
En el altar tenemos una escultura de Vicenzo de Rossi: "San José con el Niño Jesús". A los lados de la misma, dos pinturas de Francesco Cozza: la "Adoración de los pastores" (izquierda) y la "Adoración de los Magos" (derecha) que datan de 1661.
.- La Capilla del Crucifijo: así llamada por el espléndido crucifijo de madera del siglo XV que se conserva sobre el altar.
Una de las características de esta capilla es que permite ver una parte de la estructura interna con arcos de descarga del edificio, realizada en ladrillo, por las primeras cuadrillas de obreros que trabajaron en su construcción.
.- La Capilla de la Virgen de la Clemencia: así denominada por el fresco de la escuela umbro-lacial del siglo XV que preside su altar, y que muestra a la Virgen de la Clemencia entre San Francisco y San Juan Bautista. Curiosamente, en un principio estuvo colocado en el exterior, en la hornacina izquierda del pórtico, protegida por una reja, y por ello es conocida popularmente como "Virgen de la Reja". En 1837 fue colocada tal y como la podemos ver en la actualidad.
.- La Capilla de la Anunciación: así llamada por el fresco que la decora, atribuido por algunos a Melizzo da Forli y por otros a Antoniazzo Romano.
A su izquierda tenemos una obra de Clemente Maioli: "San Lorenzo y Santa Inés", y a la derecha "La incredulidad de Santo Tomás", pintura de Pietro Paolo Bonzi de 1663. En este espacio se conservan dos ángeles de mármol donados por el cardenal Tomasi a los Virtuosos, y más tarde por éstos al Capítulo de la Iglesia.
Y era en esta capilla donde se encontraba la fuente bautismal, celebrándose aquí los bautizos, ya que la Basílica fue parroquia desde el siglo X hasta 1824.
Hemos dicho que después de la Unificación de Italia, el Panteón fue utilizado como lugar de sepultura de los Soberanos, de modo que en sendas capillas podemos contemplar:
.- La tumba del Rey Humberto I y Margarita de Saboya: proyectada por Giuseppe Sacconi, y ubicada en la capilla que inicialmente se dedicase a San Miguel Arcángel y más tarde a Santo Tomás.
Para realizarla, Sacconi utilizó el mismo proyecto que había presentado al concurso para la ejecución de la tumba de Victor Manuel II (que se encuentra justo enfrente). No obstante murió antes de poderlo ver terminado, confiando su finalización a su discípulo Guido Cirilli en 1910.
La tumba está formada por una losa de alabastro con marco de bronce dorado, rodeado por un friso. A ambos lados se encuentran las figuras alegóricas de la Bondad (obra de Eugenio Maccagnani) y de la Munificencia (de Arnaldo Zocchi). Ante la tumba se encuentra el ara de pórfido con el emblema real, obra también de Guido Cirilli.
.- La tumba de Víctor Manuel II: situada en la capilla que en un principio se dedicase al Espíritu Santo, y que fuese modificada en 1878 para acoger los restos mortales del rey Victor Manuel II de Saboya, artífice en 1861 de la Unificación de Italia, convirtiéndose así en su primer Rey.
Como hemos dicho, la ejecución de la obra se sacó a concurso, y rechazado el de Sacconi, se adjudicó a Manfredo Manfredi, cuyo boceto definitivo fue aprobado el 21 de mayo de 1885, tardando tres años en terminarse.
La tumba está formada por una gran lápida de bronce con una inscripción conmemorativa: VITTORIO EMANUELE II IL PADRE DELLA PATRIA, y coronada por un águila romana de bronce. Bajo la lápida, el escudo de armas de la casa Saboya sobre dos hojas de palma. En el centro, colgada frente al monumento, una lámpara arde en memoria de otro rey, Víctor Manuel III, que murió exiliado en Alejandría en 1947.
Con el Renacimiento, el Panteón se convirtió en un prestigioso lugar de sepultura, de modo que custodia en sus capillas los restos de artistas y personajes históricos de primer nivel, como Annibale Carracci, el arquitecto Baldassare Peruzzi y e músico Arcangelo Corelli. Pero si hay una tumba que atrae como un imán a los visitantes, esa es, sin duda, la de Rafael Sanzio, el pintor de Urbino.
La tumba de Rafael se encuentra alojada en un edículo llamado "Virgen de la Piedra", pues en su parte superior se encuentra la estatua de la Virgen María con el Niño en brazos, y la Virgen apoya el pie en una piedra. La obra fue realizada por el escultor Lorenzetto, por encargo del propio Rafael para decorar su sepultura.
El pintor murió el 6 de abril de 1520, día de Viernes Santo, a la edad de 37 años. Su pérdida conmocionó a los romanos y a toda la corte pontificia, de modo que atendiendo a sus últimos deseos, su cuerpo fue sepultado aquí. En 1833 surgió la duda de que fuese realmente Rafael quien aquí descansaba, por lo que se procedió a la apertura de la tumba. Se encontraron los restos mortales, se pudo determinar que efectivamente correspondían al artista, y se trasladaron a un sarcófago de mármol de época romana donado por el Papa Gregorio XVI.
En él se grabaron los versos dictados por el cardenal Pietro Bembo (que no podéis apreciar porque la tumba está protegida por un cristal y no hay manera de librarse del brillo del flash) y que rezan: ILLE HIC EST RAPHAEL TIMUIT QUO SOSPITE VINCI / RERUM MAGNA PARENS ET MORIENTE MORI ("Aquí yace aquel Rafael por el que la naturaleza creía haber sido vencida cuando estaba vivo y muerta cuando él murió". No os parece absolutamente precioso?)
Finalmente, no quería terminar el recorrido por el Panteón, sin llamar vuestra atención sobre el maravilloso "Via Crucis" que se colocó en la Basílica en mayo de 2009, con motivo del 1400º aniversario de su Dedicación al culto cristiano. Las piezas son obra del escultor Federico Severino, quien contó con la asesoría a nivel simbólico-teológico del sacerdote Angelo Pavesi.
De esta manera, el arte se vuelve a poner al servicio de Dios, para conducir a los peregrinos a través del misterio de la Cruz hasta la alegría gloriosa de la Resurrección.
Bueno, pues de esta manera llegamos al final de nuestra visita. Espero que os haya gustado y os haya podido resultar interesante. Estamos, sin duda, ante una de esas obras maestras universales que se deben visitar al menos una vez en la vida.
Y esto es todo lo que quería compartir hoy con vosotros, de modo que me despido, como siempre, dando la bienvenida a los nuevos seguidores que espero pasen por aquí ratos muy agradables, y agradeciendo de corazón todas vuestras visitas y cariñosos comentarios. Espero que tengáis una muy feliz semana.
Un Abrazo y Sed Felices!
La sensación de espacio interior es impactante. Es de esos edificios que impresionan e imponen.
ResponderEliminarBesos
Fantástica y magnífica como siempre Mercedes ;)
ResponderEliminarEstoy boquiabierta. Menudo reportaje tan estupendo.
ResponderEliminarMe encanta como nos lo cuentas y las fotos tan magnificas que publicas.
Todo es impresionante. Imagino la sensacion de enormidad que debe sentirse al estar en un lugar tan hermoso y cargado de historia.
Mil gracias por la visita guiada. Con un poco de imaginación casi puedes decir que has estado allí.
Un abrazo bien fuerte.
Muchísimas gracias a todas por vuestras palabras. Me alegro mucho de que os haya gustado la entrada.
ResponderEliminarUn beso enorme para todas.