"Art is the only serious thing in the world. And the artist is the only person who is never serious" Oscar Wilde.



"Haz lo necesario, después todo lo posible, y así conseguirás hasta lo imposible" San Francisco de Asís


martes, 21 de agosto de 2018

El Monasterio de Veruela

El Real Monasterio de Santa María de Veruela, fue la primera fundación de la orden del Cister en el Reino de Aragón, allá por el año 1145. 

Desde hacía mucho tiempo despertaba mi interés, no sólo debido a mi admiración por San Bernardo de Claraval y la propia orden cisterciense, o a su indudable interés artístico, sino porque fue allí precisamente donde uno de mis poetas favoritos, Gustavo Adolfo Bécquer, se retiró junto con su familia y la de su hermano Valeriano, desde diciembre de 1863 a julio de 1864, dejándonos, fruto de dicha estancia, obras como "Cartas desde mi celda" y "Espedición (sic) de Veruela" (álbum con 91 primorosos dibujos de Valeriano). De modo que, con todo ello en mente, he aprovechado unos días libres para realizar una visita. 

Os apetece acompañarme?



Lo primero que debemos hacer a la hora de visitar el Monasterio, es acercarnos a la orden del Císter. Había visto la luz en 1098, cuando un grupo de monjes benedictinos de la abadía francesa de Molesmes, deciden instalarse en un paraje de la Borgoña llamado Cîtaux (del que derivará su nombre). Será San Esteban Harding, tercer abad de Cîteaux, quien redacte los principios que inspiran la vida de la orden en su Carta de Caridad, considerada su documento fundacional, y aprobada por el papa Calixto II en 1119.

Sin embargo, su principal y más famoso impulsor será San Bernardo, monje de Cîteaux, quien en 1123 decide establecer una nueva fundación en Claraval, impulsando un enorme proceso de expansión, que dejará a su muerte en 1153 un total de 351 casas repartidas por toda Europa.

De acuerdo al lema de San Benito "ora et labora", las tres ocupaciones básicas de un monje cisterciense se distribuían, de manera escrupulosamente metódica, a lo largo del día:
  • La oración en común, o el canto del Oficio Divino, se llevaba a cabo en la iglesia: maitines o vigilias, laudes, prima, tercia sexta, nona, vísperas y completas.
  • La lectio divina, o lectura meditada de las Escrituras y demás textos religiosos.
  • El trabajo manual, que comprendía desde la copia de manuscritos, a las labores agropecuarias, pasando por oficios artesanos o las propias tareas domésticas.
Todo ello en un ambiente regido por la austeridad, el silencio, la humildad, y especialmente la caridad, aplicada sobre los peregrinos, los enfermos, o todos aquellos que necesitasen ayuda.

Para poder llevar a cabo todas estas actividades, los monjes cistercienses van a construir Monasterios como el de Veruela: muy amplios, de orden muy racional, con un modelo común de planta funcional y regular, predominando el trazado rectilíneo y el ángulo recto. En su interior, los monjes contaban con todas las dependencias necesarias para la vida en comunidad, y no necesitaban abandonarlo en ningún momento.

Dónde se van a ubicar? Pues en parajes que favoreciesen la soledad y el aislamiento, por ello los encontramos en bosques, valles, o zonas montañosas como la que nos ocupa, el Moncayo. 

Siguiendo lo que establece la regla de San Benito, todo el recinto monástico se encuentra separado del exterior por una cerca medieval, sustituida por la "Muralla" que podemos contemplar en la actualidad, y que data de los siglos XIII-XVI. Es de mampostería y mortero enlucido, y está rematada por almenas. Con un perímetro de 970 metros, trazado hexagonal irregular y trece torreones semicirculares, encierra una superficie de unas cinco hectáreas.


Cabe destacar que justo delante del Monasterio, en el punto exacto en el que comienza el camino que va a Trasmoz pasando por el poblado celtíbero de la Oruña, podemos contemplar la famosa "Cruz de Bécquer", lugar desde el que el poeta recogía su correo mientras duró su estancia en Veruela, y a la que hicese referencia en la Carta II de "Desde mi celda".



La cruz original fue construida en la segunda mitad del siglo XVI como símbolo religioso y temporal, indicador de la justicia civil y criminal que impartían los abades de Veruela. Fue levantada durante el gobierno de Carlos Cerdán Gurrea (1561-1586), cuyas armas ostenta en dos de las caras de la pilastra. Sin embargo, quiso el destino que en agosto de 2007 fuese destrozada por la caída de un olmo, de modo que hubo de ser reconstruida en 2008. Tiene 1,20 metros de altura, y está realizada con piedra negra de Trasmoz. 

Me fascina comprobar como, dos siglos después, la imagen que podemos contemplar es prácticamente la misma que disfrutaran los hermanos Bécquer, y de la que dejase constancia el genial Valeriano, en este precioso grabado realizado para ilustrar un artículo de su hermano Gustavo Adolfo en la revista "El Mundo".


Bueno, vamos a continuar. El punto de comunicación entre el exterior y el interior del monasterio era la "Portería" (la única parte que queda de la cerca medieval original). Se trata del torreón (mal llamado a veces torre del homenaje), al que precede la barbacana. 


Tiene dos puertas, una más pequeña para viandantes, y una mayor para las caballerías; entre ellas, la imagen en piedra de San Bernardo. La primera planta se habilitó como capilla dedicada a San Bartolomé, y el cuerpo superior, hexagonal y con remate piramidal, se finalizó en 1559, junto con el nuevo recinto amurallado. Flanqueando el torreón se encuentra la vivienda del portero (lado sur), y una pequeña capilla dedicada a Nuestra Señora (lado norte).



Atravesamos la portería y un impresionante camino arbolado nos conduce hacia la Iglesia de Santa María. El sol nos acaricia suavemente, y no escuchamos más sonido que el del viento meciendo las copas de los árboles y dejando caer algunas hojas a nuestros pies. No podremos encontrar mejor lugar para caminar en silencio, a solas con nuestros pensamientos, dejando que la paz nos inunde por unos instantes. 

Sin duda un lugar para perderse... y encontrarse.




Llegamos así frente a la "fachada de la Iglesia de Santa María", datada a finales del siglo XII. Su portada es de estilo románico, con cinco arquivoltas de medio punto que descansan sobre columnas adosadas, de tal modo que una imposta de tacos, conocida en la zona como "ajedrezado jaqués" va a ser el motivo que las separe. Los capiteles muestran motivos vegetales, salvo tres que son historiados. Sobre la portada corre un friso de pequeños arquitos sobre baquetones cortados, y entre los dos centrales figura un "crismón". 


La zona superior de la fachada presenta un óculo que ilumina la nave central, y dos laterales más pequeños, que hacen lo propio con las naves laterales.


En su lado norte se alza la "torre de Santiago", cuyo cuerpo inferior se terminó en 1549, durante el gobierno de Lope Marco, abad del que iremos hablando todo el tiempo, ya que fue el principal impulsor de todas las mejoras arquitéctónicas y artísticas llevadas a cabo en el Monasterio, durante el periodo renacentista. En dicho cuerpo se encuentra el escudo de armas del arzobispo Hernando de Aragón, flanqueado por las del propio abad. 

Ya en 1672-76, con otro abad, Francisco Confredi, se levantaron otros dos cuerpos de ladrillo, donde vemos alojadas las campanas.



Llega el momento de acceder al interior del recinto monástico, cuyo núcleo fundamental es el claustro, alrededor del cual se van a situar las principales dependencias. De acuerdo a la tradición benedictina, es de planta cuadrada, con cuatro pandas o galerías que se abren a un jardín central, y que además de servir de vías de comunicación entre las distintas zonas, se utilizaban como espacios de lectura, meditación o incluso para algunas ceremonias litúrgicas.

Hay que tener en cuenta que la distribución de espacios en torno al claustro no era al azar, sino que obedecía a criterios tanto sociológicos como funcionales. Así, en las pandas norte, sur y este encontramos las dependencias de uso exclusivo de los monjes, mientras que la panda oeste se reservaba para los hermanos conversos, presentes en el monasterio para ayudar en los trabajos manuales.

Bien, pues vamos allá. Para acceder, atravesamos el "Zaguán de la Clausura". La portada es la primitiva, realizada allá por el 1550. Consta de un cuerpo inferior formado por pilastras, arco y entablamento, que aparecen profusamente decorados con motivos renacentistas. 


Ya a principios del siglo XVIII se levantó el cuerpo superior, en ladrillo, con su ático en el que figura nuevamente el escudo de armas del arzobispo Hernando de Aragón.



Llegamos por fin al "Claustro", en el que, junto al trino de los pájaros, casi nos parece escuchar el tañer de las campanas, los cantos de los monjes...y los suspiros de nuestro poeta.


Su estilo es gótico, pues fue construido en el último tercio del siglo XIV, sustituyendo al primitivo (muy deteriorado tras la Guerra de los Pedros: Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón). Como decía, está formado por cuatro galerías, actuando como núcleo de distribución:
  • galería norte: anexa a la iglesia, destinada a la lectura y formación de los monjes
  • galería sur: dando al refectorio
  • galería este: hacia la sala capitular
  • galería oeste: anexa a la cilla, destinada a los hermanos conversos.
Las galerías se cubren con impresionantes bóvedas de crucería simple, cuyos nervios descansan en los muros exteriores, sobre ménsulas que aparecen decoradas con motivos vegetales, animales y humanos.


Al patio, el claustro se abre a través de enormes ventanales, dispuestos sobre un zócalo, con columnillas muy estilizadas, cuyos capiteles se encuentran decorados con especies vegetales. Cabe destacar que vamos a encontrar diferentes especies, en función a su localización natural, por ejemplo vides en la zona más soleada pues así se encontraban para proporcionar sombra, o hiedras en la zona más húmeda y umbría. De esta manera. la decoración no sólo tenía un objetivo artístico, sino también pedagógico.



Al exterior, ya mirando al patio, se distribuyen los contrafuertes, decorados por gárgolas (la mayoría reconstruidas a semejanza de las originales) y pináculos decorados con flores.

El "Sobreclaustro" es ya renacentista. Tres de sus galerías fueron construidas entre 1548 y 1551, bajo el abad Lope Marco, por lo que su escudo de armas aparece en los medallones que decoran los antepechos centrales de la galería oriental. Los demás antepechos aparecen profusamente adornados, con grifos, cornucopias, cabezas de distintos señores...

Por su parte, el tramo occidental carece de decoración, siendo terminado bajo el abad Francisco Hurtado de Mendoza (1595-1602). Muy destacable también es el friso de azulejo, que recorre todos los muros interiores, en el que los escudos heráldicos alternan con los grifos.



Abierto al claustro, justo frente al refectorio, nos encontramos con un templete hexagonal, de estilo gótico, y con una fuente central. Este era el "Lavabo" que los monjes utilizaban antes de pasar a comer en el refectorio.



Su bóveda se sustenta mediante doce nervios que se unen en la clave. Arquivoltas apuntadas sobre columnillas configuran los vanos de apertura al patio central, y justo en sus contrafuertes, podemos encontrar las escasas gárgolas góticas originales que han llegado hasta hoy. Debo confesar que me chiflan!



Vamos a detenernos ahora en las dependencias que encontramos en las galerías. Hemos dicho que la galería oeste estaba destinada a los hermanos conversos. 


Pues bien, anexa a ella tenemos la "Cilla", una amplia sala que se destinaba al almacén de grano, utensilios agrícolas y bodega. Ha ido sufriendo diferentes modificaciones a lo largo de los siglos, y así en el XIV se le incorporó un corredor, para permitir que los conversos pudiesen acceder a la iglesia a través de la "puerta de los conversos". Precisamente en dicho corredor se encuentra instalado el "Espacio Bécquer", al que dedicaremos un post independiente, pues realmente lo merece.




Me encantan las características que, según la regla de San Benito, debía tener el hermano cillero: "sensato, de conducta prudente, sobrio, no dado a la glotonería, ni vanidoso, ni inquieto, ni pendenciero, ni pródigo, sino temeroso de Dios, y que para toda la comunidad sea como un padre".

Frente al lavabo nos encontramos la "Cocina", datada en el siglo XIII. Es una habitación de planta cuadrada, iluminada espectacularmente mediante unos vamos en arco de medio punto y óculos. La bóveda es de crucería gótica y en ella podemos apreciar los orificios para la salida de humos. 


En una de las paredes aparece un nicho (hoy cegado pero apreciable por la diferencia en el material utilizado) por el que se pasaba la comida a los monjes, que se encontraban en el "Refectorio". 


Es éste un espectacular salón, de planta rectangular, utilizado para la comida en común. Los muros son los primitivos del siglo XIII (contribuyendo al eco que se produce allí al hablar, probablemente para potenciar la lectura con la que uno de los monjes amenizaba la comida de sus compañeros, desde un púlpito cuyo espacio aún se conserva).



Sin embargo, lo que de verdad atrae nuestra atención es la bóveda, de crucería estrellada, que mandase construir el abad Lope Marco, en 1548, para sustituir la primitiva techumbre de madera. En ella se pueden apreciar los escudos, una vez más, del propio abad y del arzobispo Hernando de Aragón.



Junto al refectorio se encontraba el "calefactorio" con una chimenea para calentar a los monjes, e incluso para realizar sangrías, muy útiles, según ellos, para reducir el apetito sexual. Junto a él, la "Sala de los monjes", dedicada al trabajo amanuense de transcribir, anotar e ilustrar los libros que después intercambiaban con otros monasterios. Aquí estaban también las letrinas y la enfermería. Todas estas estancias han sufrido, sin embargo, profundas alteraciones que las hacen prácticamente irreconocibles a día de hoy.

Bueno, y llegamos ya a la "Sala Capitular", uno de los espacios más importantes del monasterio. Se construyó en el siglo XIII, y está situada en la galería oriental. En ella los monjes se reunían para tratar asuntos importantes: elección de abad, toma de hábitos, compra-venta de bienes, confesión de faltas, imposición de castigos...Era además preceptiva la lectura de un capítulo de la Regla, de ahí su nombre.


Tenemos cinco arcos de medio punto que abren a la sala del claustro, descansando sobre grupos de cuatro columnillas, en cuyos capiteles volvemos a encontrar decoración vegetal finamente trabajada. Se trata de una arquería plenamente románica.


Sin embargo, en el interior empezamos a tener una arquitectura progótica, de modo que cuatro columnas centrales y ocho adosadas a los muros, sostienen una bóveda de crucería de gruesos nervios. En el pavimento encontramos laudas sepulcrales, en las que no aparecen inscripciones, pero sí simbología que permitía conocer su pertenencia a abades: todos portan el báculo distintivo.



A ambos lados tenemos dos sepulcros: en el lado norte, el de  Lope Ximénez, señor de Agón (1284) y en el sur el del abad Sancho Marcilla (1383). Ambos están policromados, y las figuras yacentes se acompañan de unos leones muy particulares (hay que considerar que los escultores de la época no habían visto nunca tales animales, de modo que los recrearon en base a las descripciones que recibían; juzgad vosotros mismos ☺)





Un dato muy curioso es que en dicha sala se conserva la "piedra de mesura", en la que podemos apreciar el patrón de medida para los arquitectos y constructores posteriores: tres pies (dos mayores y uno menor), cuatro coronas circulares enlazadas, y la escuadra (para los ángulos rectos). A partir de combinaciones de las medidas de los distintos elementos se pueden obtener todas las dimensiones del monasterio. Sin duda una auténtica joya.



Y de esta manera hemos llegado a la "Iglesia", dedicada a Santa María, según tradición de la orden del Cister, y sin duda impresionante.

Se inició por la cabecera, quedando prueba documental de que los altares fueron bendecidos entre 1168 y 1182, aunque la consagración definitiva tuvo lugar en 1248. Dice la Regla de San Benito que " el oratorio será lo que dice su nombre, de manera que ninguna otra cosa se hará o guardará allí, y cuando termine el oficio divino todos saldrán de él en silencio absoluto guardando la reverencia debida a Dios".

La iglesia presenta en conjunto una planta de tipo basilical, con tres naves y un crucero destacado. La nave central es más ancha que alta, y queda delimitada longitudinalmente por pilares cruciformes, de gran grosor, con columnas adosadas, entre las que se extienden arcos de medio punto, es decir, estamos ante un estilo románico. De él nos hablan también las estrechas ventanas, que dejan pasar escasa luz e invitan por tanto al recogimiento.

En el muro de cierre del brazo sur del crucero encontramos además un bello óculo calado, de tracería geométrica. Imitándolo, se colocó otro en el hastial de los pies ya en época moderna.


Los cinco absidiolos, de aspecto románico, están cubiertos por bóveda de cuarto de esfera, mientras que girola, presbiterio, crucero y naves tienen ya bóvedas de crucería simple, de estilo gótico. En general, predomina un aspecto austero, con escasa decoración, y ornamentos, acorde totalmente a los principios cistercienses.


En el altar mayor se venera como hemos dicho a Nuestra Señora de Veruela, una talla en madera policromada, de finales del siglo XV. Si bien la iglesia llegó a tener piezas importantes como el retablo mayor, el órgano o una cuidada sillería, todo ello se perdió durante las desamortizaciones sufridas por el monasterio.



Adosada al brazo norte del crucero, se encuentra la "Capilla de San Bernardo". Fue mandada construir por el abad Lope Marco para colocar en ella su sepultura, siendo por tanto de estilo renacencista. Fue bendecida en 1552. Su portada es un arco triunfal en el que apreciamos una vez más los escudos de armas del abad y del arzobispo Hernando de Aragón.

El retablo mayor está dedicado a San Bernardo y fue contratado al escultor Armando de Bruselas (1556). Destacar que también se ha depositado en esta capilla la lauda sepulcral del infante Alfonso de Aragón, hijo del Rey Jaime I el Conquistador.


Encajado en el arcosolio, podemos encontrar el sepulcro de nuestro abad, bellamente realizado en alabastro entre 1551 y 1553, con la intervención de un gran imaginero aragonés, Pedro de Moreto. 

Se trata de un sepulcro de cama, con la figura del difunto yacente y un repertorio figurativo en el que destacan las tres virtudes teologales, flanqueadas por los escudos del abad Marco, y una conversación sagrada en la que participan la Virgen, el Niño, y los santos Pedro, Pablo, Benito y Bernardo.


Dejamos la iglesia para dirigirnos a la "Sacristía Nueva", levantada en tiempos del abad Bernardo López (1664-1668) y decorada más tarde por su sucesor Orencio Borruel (1668-1672), ya en claro estilo barroco.

Para llegar a ella, debemos cruzar una monumental portada, de yeso policromado, decorada con abundantes ángeles niños y regordetes, diferentes figuras alegóricas, y rematada por la Inmaculada y San Juan Bautista niño.


En el interior, los muros aparecen articulados sobre pilastras corintias, profusamente labradas con motivos geométricos. El entablamento y la bóveda, de medio cañón con lunetos, lucen abundante decoración en yeso, con motivos geométricos, naturistas, angelotes y como no, los escudos de armas que hemos venido viendo a lo largo de todo el monasterio.





Pero, sin duda, la figura más especial de toda la sacristía es una imagen tallada de la "Virgen con el Niño", atribuida a Juan de Juni y datada en 1560. Una auténtica belleza:


Bueno, pues llega el momento de finalizar nuestra visita, volviendo a nuestro hermoso camino arbolado. Allí, a nuestra izquierda, encontramos el "Palacio Abacial" del siglo XVI, convertido hoy en sala de exposiciones temporales, bajo el nombre de "Casa de Velázquez".

Fue construido durante el gobierno de Carlos Cerdán Gurrea (1561-1586), para residencia de los abades, estableciéndose también allí la botica, y la residencia del hermano cillero. Es una amplia construcción en ladrillo visto, que se organiza en el interior en torno a un patio abierto, delimitado por cuatro columnas jónicas de mármol negro de Trasmoz.


Y finalmente, ya casi prestos a abandonar el recinto, nos encontramos con el "Aljibe" del siglo XIII, construido para abastecer de agua al monasterio, y junto al que hoy se ha levantado el "Museo del Vino y del Aceite", dependiente del Consejo Regulador Denominación de Origen Campo de Borja.





Y con esto hemos llegado al final de nuestra visita, y de cuanto quería compartir hoy con vosotros. Si habéis sido capaces de llegar hasta aquí, tenéis mi absoluta gratitud, y podéis ir a por una copita de viejo vino porque os lo habéis ganado jejeje. Espero que os haya podido resultar interesante, haya despertado vuestra curiosidad, y si aún no lo conocéis os animéis a visitarlo. Os aseguro que lo vais a disfrutar.

Y sin más, me despido dando como siempre la bienvenida a los nuevos seguidores que espero pasen por aquí ratitos muy agradables, y agradeciendo de corazón todas vuestras visitas y cariñosos comentarios; ya sabéis que son el motor de este blog. Os deseo a todos una magnífica semana.

Un Fuerte Abrazo y Sed Felices!